El empresario Enrique Bañuelos, en la salida a bolsa de Astroc / EP

El empresario Enrique Bañuelos, en la salida a bolsa de Astroc / EP

Business

De amenazas terroristas a tormentas de ideas en Londres: Bañuelos, íntimo y personal

La faceta más desconocida del empresario que ha vuelto a protagonizar primeras planas desvela una personalidad alejada de todo paradigma de hombre de negocios al uso

20 junio, 2022 00:00

Enrique Bañuelos pasó sin llamar en el siempre complejo mundo de las altas esferas empresariales, de la bolsa y de la banca de inversión. Toda una declaración de intenciones que habla de una personalidad compleja, aparentemente diseñada para el mundo de los negocios pero que siempre termina en el caos. El lado más desconocido de un emprendedor que nunca dejó de ser enigmático arroja no pocas sorpresas.

De repente, allí estaba y hubo que empezar a conocerle entonces, cuando su fortuna personal comenzó a volar a lomos de una empresa inmobiliaria que se sacó de la nada… aunque pronto empezó a conocerse por qué. 

De la nada a la bolsa

Cuando muchos se preguntaban quién era aquel joven, cuasi insolente, del que de repente todo el mundo hablaba, él ya estaba tocando la campana de la Bolsa de Madrid en el estreno en el parquet de la aventura que le llevaría directamente a los cielos y, por la misma vía de alta velocidad pero en sentido inverso, directamente a los infiernos. 

En aquella etapa loca de los primeros años de siglo, en plena transición entre la burbuja tecnológica y la inmobiliaria, Bañuelos puso de moda dos nombres propios, uno inventado y el otro, real: el primero, Astroc, el peculiar nombre que encontró para la inmobiliaria con la que se estrenó en bolsa y que decía más de él de lo que parecía. El otro, Sagunto, la localidad porteña valenciana donde empezó todo y que siempre apareció a ojos del mercado como el origen del empresario.

Orígenes vascos

Aunque la procedencia de Bañuelos está, en realidad, a un buen número de kilómetros de allí. Sus raíces son vascas, algo que siempre ha llevado con idéntica elevada dosis de orgullo que de discreción, principalmente por motivos de seguridad. Aquellos que le llevaron a desplazarse a la Comunidad Valenciana ante una amenaza terrorista que llegó a llamar a su puerta de forma velada. 

“Sabes que, en realidad, mi familia proviene del País Vasco, ¿verdad? Pero no es fácil hablar de ello”, refería a aquellos que se acercaban más a él, que llegaban hasta un círculo de confianza muy reducido. Una de las personas que más padeció todo aquello fue su madre, quien tan presente estuvo en la empresa con la que atrajo todos los focos.

La importancia de la familia

En realidad, Astroc no es sino un “palabro” compuesto a partir de Castro, su segundo apellido (y, por ende, el primero de su madre), en el que caprichosamente había desplazado al último lugar la letra que originalmente iba al principio. Otro de esos detalles que describen a la perfección al personaje: en lo que parece ordenado, de repente, el caos

El caos pero también, la familia, por la que siempre se ha desvivido, especialmente por sus hijas, que desde muy temprana edad tuvieron que acostumbrarse a poner ruedas a sus pequeñas maletas: de Madrid, a Brasil; de Brasil, a Londres. Bañuelos no perdía ocasión para hablar de ellas aunque jamás mostraba siquiera una imagen suya. Aquella obsesión por la seguridad podía con todo.

Persuasión

De Bañuelos llegaron a decir en su día que tenía poderes hipnóticos, que era capaz de llevar a su terreno hasta a las mentes más brillantes. Una de ellas, la del profesor y empresario Xavier Adserá, al que tuvo como mano derecha durante algunos años y en algunos de sus proyectos más llamativos.

Adserá siempre sostuvo que en su larga trayectoria en el mundo de las finanzas se encontró con pocas mentes tan privilegiadas como la de Bañuelos. Riva y García, el pequeño banco de inversión del que fue cofundador a comienzos de la década de los 90, fue uno de los agentes que participó en la salida a bolsa de Astroc. Allí empezó una relación personal y profesional que incluso llevó a Adserá a trasladar su residencia a Londres, cuando Bañuelos decidió instalarse en el, por entonces, centro neurálgico financiero de Europa, tras sus fallidas experiencias en España y Brasil.

"Reuniones" de paseo

La capital británica siempre ha sido una especie de oasis para el empresario; sin duda, la plaza donde más a gusto se ha encontrado, también donde más pequeño y discreto se ha sentido. En Londres es difícil hacer ruido, un elemento que le había acompañado sin descanso durante los años previos. 

Tiempos frenéticos en la ciudad del Big Ben, que aún hoy sigue siendo su habitual morada. Tanto que a Bañuelos le faltaban horas en el día y algunas reuniones las mantenía a la hora del almuerzo, caminando por la City con el interlocutor de turno, sandwich y termo en mano.

Torrente de ideas

En aquellos encuentros solían producirse sus tormentas de ideas. Algunas de las personas con las que llegó a reunirse cuentan que en apenas 20 minutos era capaz de sacar cuatro o cinco ideas de las que nunca habían oído hablar… pero que sonaban a música celestial. Y muchas no venían preparadas, surgían en esas improvisadas reuniones.

Bañuelos empezó a conocer todo lo que se cocía en torno al coche eléctrico cuando la mayoría ni sabía que aquello era posible. Pero como todas las ideas eran demasiados simples a sus ojos, la combinación con la competición deportiva, a modo de Fórmula 1, se adaptaba más a sus esquemas. 

Batalla perdida

Soñaba en voz alta. Pero no con ser como los magnates del gran circo de las cuatro ruedas sino con desbancarles, porque ellos fueran los que un día le miraran desde abajo. Transmitió su entusiasmo a Alejandro Agag, yerno del expresidente del Gobierno José María Aznar y con muchos contactos en Oriente Medio, donde está el dinero. 

Su pecado fue no leer las señales ni hacer caso a aquellos que le decían: “no le eches un pulso a Agag; lo aceptará y perderás”. Dicho y hecho, al menos pudo hacer valer su condición de pionero del invento para seguir en el sector del coche eléctrico en el que siempre creyó. El tiempo le dio la razón y le ha embarcado en lides que han terminado por trascender de nuevo a la primera línea.