Hay momentos en que todo lo que uno necesita es nada más y nada menos que un sandwich de pan de molde sin corteza, como en las meriendas de cumpleaños de cuando éramos pequeños y bebíamos Mirinda. En Barcelona mis favoritos son los sandwiches de pollo con mostaza de la pastelería Mauri y el de rúcula y queso azul de Rodilla con pan de amapola, todo un clásico madrileño que lleva unos años en expansión. Ambos tienen el punto justo de relleno y vienen muy bien en momentos en los que uno tiene que alimentar a su niño interior.