Una barra para once personas en el mercado de la Boquería, que es un oasis de gusto y buen hacer, entre la la jungla de turistas agarrados al vaso de plástico con zumo de papaya. Ver a Arnau y a Shu Zang trabajar con precisión y cariño y esmerarse en ofrecer pequeñas maravillas como el canalón de cigalas envuelto en una fina lámina de papada o el pulpo con encurtidos o la carrillera con salsa hoisin es tremendamente reconfortante por la sencilla razón de que devuelve al comensal esa sensación de complicidad con la comida y con el cocinero. No se vayan sin probar la tarta de queso con matcha, con un delicioso regusto ahumado, me lo agradecerán.