La supervivencia está en auge. El fin del mundo se acerca. O al menos el del mundo tal como lo conocemos, con su agua corriente, sus inodoros, los fogones, el atún en lata, los edredones de pluma natural y el café soluble. De ahí el interés de las televisiones por los formatos tipo El último superviviente, Dúo de supervivientes o Aventura en pelotas, ficciones en torno a las habilidades necesarias para sobrevivir a los elementos, en medio del campo, a pelo y sin fuego, a la moda de Atapuerca.

Bear Grylls es el pionero catódico de la tendencia preparacionista, de preppers, aquellos conciudadanos que, en vez de celebrar barbacoas con los vecinos, emplean sus fines de semana en el entrenamiento de técnicas para hacer fuego con dos piedras, distinguir entre níscalos y la amanita faloides, determinar la posición del norte por la situación de las estrellas o el lado musgoso del tronco de las secuoyas y construir refugios antialimañas con dos palos y una caña.

Se dice de Grylls que es un fraude, pero el mérito de los especiales sobre "comidas asquerosas" en Discovery es indiscutible. No cabe trampantojo en la ingesta del líquido resultante de estrujar los hierbajos regurgitados del esófago de un dromedario en avanzado estado de descomposición, en la degustación de ojos de buey crudos, testículos de bisonte, las famosas ostras de la pradera, o el propio y mero meo. Bien es verdad que Grylls es británico irlandés y tiene el estómago acostumbrado a las aberraciones que en el Reino Unido llaman comida.

La mezcla del concepto Bear Grylls (cómo sobrevivir en las Montañas Rocosas en el uso de las aptitudes de un boina verde y el instinto de un piel roja) con Gran Hermano Vip es el sustrato de Supervivientes, un clásico de Telecinco que no muestra síntomas de agotamiento. Sandra Barneda en el plató y Lara Álvarez desde la isla de los despropósitos conducen el programa con un punto exacto de ironía que ayuda a desdramatizar el hecho de que Rosa Benito, ganadora de la edición de 2011, no le diera dos besos a Antonio David, exmarido de Rociíto y contertulio en el debate sobre los primeros cuatro días en el edén hondureño.

El meollo es que el tronista Iván González se ha frotado el cebollino con Paola Caruso, modelo italiana que fuera relaciones públicas en El billionaire, la sala de fiestas de nuestro amigo Flavio Briatore en Porto Cervo. Ella quiere una Relación y él un "pim, pam y hasta luego Lucas". Así que la ha nominado a traición el tío calavera para quitársela de encima. Un depredador. Los medios especulan sobre la próxima víctima del conquistador. ¿Será Alba Carrillo o Leticia Sabater?

Pero hay otra forma de ser prepper mucho más auténtica. Iván tendría garantizado el éxito reproductivo, pero antes de llegar a ese estadio debería solventar necesidades más básicas. Y ahí es donde entra en juego la inteligencia o celebro, la planificación, el acaparamiento y la habilitación de sótanos blindados, habitaciones del pánico y salas de descontaminación surtidas con toda clase de suministros imprescindibles, armas, munición, tabaco y digestivos incluidos, para aguantar la combinación de un apocalipsis zombie y una guerra atómica viendo tranquilamente la tele y comiendo manises.