Federico García Lorca se dirige a los asistentes al homenaje que los intelectuales catalanes le rindieron en el otoño 1935.

Federico García Lorca se dirige a los asistentes al homenaje que los intelectuales catalanes le rindieron en el otoño 1935.

Vida

García Lorca vuelve a los salones del Majestic

El hotel reproduce el homenaje que los intelectuales catalanes rindieron al poeta andaluz en otoño de 1935 mientras se representaba en Barcelona 'Doña Rosita la soltera'

23 octubre, 2015 22:03

Los elegantes salones del Hotel Majestic de Barcelona han sido el escenario de la rememoración de un homenaje que un centenar de intelectuales catalanes brindaron a Federico García Lorca en ese mismo lugar hace ahora 80 años.

El poeta andaluz residió durante cuatro meses en el hotel del Paseo de Gràcia mientras se representaba Doña Rosita la soltera en el Teatro Principal, el último estreno del poeta que también vio durante ese tiempo cómo otras tres de sus obras desfilaban por los teatros de la ciudad.

Iniciativa privada

El periodista Víctor Fernández se empeñó en recordar aquel homenaje, que se produjo en agradecimiento al cariño que García Lorca había reiterado por la cultura catalana. Tras fracasar en su intento de que el Ayuntamiento de Barcelona, gobernado entonces por CiU, apoyara la idea, se puso en contacto con el también periodista Albert Arbós, quien logró aunar las voluntades del director del hotel, Pascal Billard; de su cocinero, Nandu Jubany; y del distribuidor de vinos Quim Vila.

Fruto de esa colaboración hace unos días se celebró la cena homenaje con la presencia de Laura García Lorca, sobrina del poeta, que leyó algunos de los textos de su tío. El menú reproducía platos de la época, tal como figuran en los archivos que el hotel conserva de los ágapes de lujo de los años 30.

La cena. Primero, unos aperitivos: desde sardina de la Barceloneta hasta el platillo de judías del ganchet con tripas y panceta, sin olvidar el calamar de potera relleno de calabacín. Un fino andaluz de Lustau 3 en rama, muy apreciado porque pasa directamente de la bota al consumo, con muy poca vida en botella, fue el vino elegido para acompañar los entrantes. El hotel también sirvió limonada con hierba buena, una de las bebidas preferidas de García Lorca y que ha sido incorporada a la oferta del bar del Majestic.

Después, huevo poché con setas de otoño y migas de sobrasada; y, a continuación, una sabrosísima langosta roja termidor, como se le llamaba antes. Vila puso un chablis de Joseph Drouhin, el gran cru Vaudesir de 2012, con el punto de acidez adecuado para ese tipo de crustáceo; y también para combinar con los huevos.

Jubany también preparó una becada rellena y rustida, riquísima (en la fotografía de la izquierda se ve al chef con su obra), que se deshacía en la boca. Para ese plato, el vino elegido era un Priorat, que en aquellos años de principios del siglo pasado era consumido como un vino de la tierra; no había grandes marcas, sino la denominación comarcal. Para esta ocasión se abrieron unas botellas de Les Terrasses Vinyes Velles 2013. Estupendo.

El cocinero elaboró para los postres un membrillo (en lugar del melocotón) melba en honor de los ágapes de la época y unos tocinillos del cielo, además de trufas al armañac. Para el postre se hizo como entonces, acompañarlo de cava --o champagne, no se distinguía. Gran Codorniu Pinot Noir, la única marca de espumoso que figura en los archivos del Majestic de aquel año.

Armañac de 1935

Para finalizar, Quim Vila quiso obsequiar a los asistentes con una copa de armañac. Un Chateau Laubade de hace 80 años (en la foto de la derecha), que ha pasado la mayor parte de su vida en barrica, lo que ha permitido que conserve todas sus cualidades y haya perdido alcohol de una forma lentísima hasta los 40 grados actuales. La botella de medio litro de este licor tiene un precio cercano a los 1.000€.

En ese entorno gastronómico discurrió una velada deliciosa, en la que se habló de todo menos de política. Y en la que se pudo contemplar una pequeña exposición de dedicatorias, textos inéditos y fotografías que recuerdan la vida que hizo García Lorca entre los meses de septiembre y de diciembre de 1935 en Barcelona.