Eugeni Gay, exdecano del Colegio de Abogados de Barcelona y exvicepresidente del Tribunal Constitucional (TC), es uno de los juristas que respalda la iniciativa / CG

Eugeni Gay, exdecano del Colegio de Abogados de Barcelona y exvicepresidente del Tribunal Constitucional (TC), es uno de los juristas que respalda la iniciativa / CG

Política

Eugeni Gay: "Los ciudadanos deciden en las elecciones, no en los referéndums"

El exvicepresidente del Tribunal Constitucional, uno de los firmantes en favor del respeto a la ley en Cataluña, avisa de que la situación que vive el país conduce a "un retraso de la historia"

21 febrero, 2017 00:00

Eugeni Gay (Barcelona, 1946) forma parte del grupo de prestigiosos juristas que ha firmado un manifiesto en defensa del cumplimiento de la ley en Cataluña. Exdecano del Colegio de Abogados de Barcelona y exvicepresidente del Tribunal Constitucional (TC), Gay emitió un voto particular en la sentencia que recortó el Estatuto catalán. “Negar a Cataluña su valor nacional es una verdadera estupidez”, asegura en una entrevista a Crónica Global.

-Usted es uno de los firmantes del manifiesto de juristas en defensa de la ley en Cataluña. ¿Qué les ha llevado a dar ese paso?

-Era importante dejar claro que las democracias se manifiestan a través del Estado de derecho. Hay tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que son imprescindibles y que no tienen más remedio de complementarse. Esto se produce en todos los órdenes democráticos. ¿Eso quiere decir que uno de los poderes puede hacer lo que quiera? Pues no. Si no aceptamos las resoluciones de cada uno dentro de su ámbito o invadimos las del otro, el sistema democrático se resiente. El llamamiento de este manifiesto es algo muy sencillo y simple, por obvio.

-Pero no todo el mundo está de acuerdo…

-Hay a quien le ha sentado mal. Todas las posturas caben en un estado democrático incluso las antidemocráticas. Hay partidos que están en contra de las democracias o que son xenófobos, o nacionalismos que quieren romper la propia UE. Todo se puede manifestar, pero desde la democracia. Y todas las democracias tienen una salida para cambiar sus textos fundamentales. En España ha habido pocas reformas constitucionales y muy puntuales y creo que deberíamos plantearnos hacerlas con más frecuencia. Pero pretender hacerlo de una forma no prevista en las leyes que tenemos, en este caso, la Constitución, el Estatuto, no puede ser.

-¿Y si se hace?

-Pues ¡cuidado! Porque si se hace, entonces intervendrán todos los poderes y se hará cumplir lo que el legislativo acuerde. En el momento en que un grupo o un determinado número de grupos, sea de la ideología que sea, intenta imponerse sobre otro grupo, encuentra afortunadamente el límite y la frontera fijados por el Estado de derecho, el Estatuto o las constituciones.

-¿Cómo se ha llegado a una situación en la que algo tan obvio, como usted decía, tiene que reivindicarse?

-Porque ha habido un mal entendimiento de lo que es la democracia. Ha habido una confusión entre legalidad, legitimidad, la equidad, la justicia, lo ético. Hay una cosa imprescindible en democracia que es la utilización de los parlamentos, es decir, parlamentar. Si no se parlamenta, no tiene sentido la democracia. Con un dictador nos basta. Esta es la gran diferencia entre el imperio de la ley y la ley del imperio. Es muy diferente la legitimación de un poder venido de todos que la legitimación impuesta desde arriba. Quienes reivindican la independencia en Cataluña tienen todo el derecho a hacerlo, pero ellos no pueden obligar al cambio de una forma no pactada.

-La solución pasa por el Parlamento de Cataluña?

-Sí y no. El Parlament puede establecer las normas de conducta de la comunidad catalana en el ámbito de su competencia, que es el Estatuto. Y el Estado puede hacerlo dentro del ámbito de las suyas. ¿Cuántas veces le ha dicho el Tribunal Constitucional al Estado que una ley o decisión ha sido inconstitucional? Infinidad de veces. Nadie, ni el Rey puede saltarse las normas del Estado de derecho.

eugenio gay cronicaglobal manos

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-¿Qué piensa de quienes defienden la desobediencia?

-Es una opción, pero ya se sabe el resultado. Si yo cometo una infracción, si no pago mis impuestos, el Estado tiene vías de coacción. Si el jefe del Estado no cumpliera con sus obligaciones, también tendría unas consecuencias. Si los ministros cometen irregularidades, también.

Me preocupa mucho que en España y también en Cataluña falte un permanente diálogo social en el que nos respetemos, no puede ser que unos hablemos de España sin concretar qué es España

-Pero hay quien advierte de que utilizar esas vías de coacción en el caso de Cataluña puede dar lugar a una situación de rebelión social.

-Es una pena que no tengas más opción que aplicar el derecho, no habría que llegar a esta situación. Debes poder pactar, parlamentar, saber el uso de los tiempos, tener una epidermis lo más sensible posible para satisfacer a unos y otros. Me preocupa mucho que en España y también en Cataluña falte un permanente diálogo social en el que nos respetemos, no puede ser que unos hablemos de España sin concretar qué es España. No se puede hablar de la bona gent sin decir quién es la mala gent. Yo no conozco buena y mala gente, yo conozco a un sujeto jurídico que es el ciudadano.

-Hay quien dice que toda la convulsa situación que se vive en Cataluña comenzó con la sentencia del Tribunal Constitucional que recortó el Estatuto, en la que usted emitió un voto particular. ¿Fue premonitorio?

-También me opuse a que se admitiera a trámite el recurso contra el Estatuto porque creo que se presentó intempestivamente. Pero tampoco provoqué un escándalo ni discutí con nadie, acaté disciplinariamente el parecer de mis compañeros. Luego hice un voto también al final. Una cosa son los derechos y otra los sentimientos. El sentimiento forma parte de la persona, lo que pasa es que es incontrolable y no se puede constreñir jurídicamente. Pero nuestros actos sí lo son. Los sentimientos condicionan los actos de las personas. Quien no atiende a los sentimientos de las personas no puede ser un buen político. Existen formas de oponerse al poder, como el terrorismo o la revolución. ¿Cómo hay que responder ante el terrorismo? Desde el orden, no con la fuerza, porque si no, la confrontación es inmediata. Es la ley del Talión, yo te mato, tú me matas. A la violencia solo se opone el diálogo. Y una sociedad fuerte puede dominar absolutamente el terrorismo, como ocurrió aquí.

-¿El Estatuto no tuvo en cuenta los sentimientos?

-No los tuvo en cuenta. Negar valor interpretativo al concepto nación fue un error. El concepto nación, y así lo puse en mi voto particular, estaba en la exposición de motivos, que nunca tiene valor ejecutivo o jurídico. Pero sí puede tener un valor interpretativo. Negarle a Cataluña su valor nacional es una verdadera estupidez.

-¿Le duele que digan que el TC está politizado?

-Me duele y creo que la Justicia la politiza quien la utiliza para sus fines políticos. A la Justicia puede acudir todo el mundo, pero lo que debe saber la gente es que lo importante son las consecuencias.

-Critica pues a los gobiernos que utilizan la Justicia...

-No se puede utilizar constantemente a la Justicia. Que los gobiernos central y catalán se tengan que enzarzar constantemente ante los tribunales sobre sus competencias dice muy poco de ambos, de los dos, exactamente igual. Tienen que hablar, no hay otra solución.

Siempre se está a tiempo de hablar. Lo que pasa es que hay que ir con cuidado porque las situaciones se enquistan y se emponzoñan. Hasta las guerras acaban en diálogo

-¿Se está a tiempo?

-Siempre se está a tiempo de hablar. Lo que pasa es que hay que ir con cuidado porque las situaciones se enquistan y se emponzoñan. Hasta las guerras acaban con el diálogo. Hay un momento en que hay que firmar la paz y en ese momento se cede, pero ya no queda nada del país. Piense lo que fueron las guerras en Europa, desde los Urales hasta el Atlántico. Y quienes no vivimos las guerras mundiales vivimos guerras civiles, que es casi peor porque es una guerra entre hermanos. Cometimos las mayores barbaridades, matamos a millones de personas. ¿Es el hombre así? No. ¿Puede volverse así? Pues sí.

-Suena un poco alarmista.

-Es que ha ocurrido. ¿Qué hay que hacer? Pues hay que dialogar hasta el final. Esto no nos puede llevar a una guerra, de ninguna de las maneras. Si fuera así, es que demostraríamos la más absoluta incapacidad. Esto nos puede llevar a lo que nos está llevando, a un retraso en la historia. Y a no poder seguir el ritmo de progreso natural, abandonar las cosas por las que realmente debemos luchar, por que todo el mundo tenga un nivel de vida adecuado, las pensiones, el Estado social, la recuperación de la educación y la sanidad para todos, procurar que la caja de la Seguridad Social no se vacíe…

-¿Los miembros del TC reciben presiones?

-A mi nunca me ha presionado nadie, para eso se necesita que estés dispuesto a que te presionen. Yo nunca hablé con los periodistas cuando estuve en el TC. Me decían que era el único que no hablaba con la prensa. Pero lo que no es casual son las unanimidades. Cada vez hay más unanimidad en las sentencias, como si los votos discrepantes debilitaran las decisiones, cuando es al contrario. La discrepancia fortalece las sentencias porque demuestran que ha habido debate. Todos juntos sí, pero todo unidos no.

-En el debate sobre la independencia también se hacen valer unas mayorías a favor de un referéndum.

-Es evidente que no soy independentista, pero respeto absolutamente a quien lo es. Lo que me parece difícil es querer imponer. De pequeño viví la ley del imperio, no había posibilidad de elegir. Solo había la posibilidad de votar en un referéndum. A los referendos han acudido siempre todas las dictaduras. Se han eliminado las elecciones, pero los referendos han existido. El referéndum es lo que dice la palabra: refrendar. Y entre refrendar y decidir hay una gran diferencia. Decidir es lo que hace el ciudadano cuando elige a quien le representa y por tanto, lo que éste ha decidido, ya le parece bien, son las leyes. Un referéndum es refrendar determinadas leyes que afectan a todos para tener la certeza de que tienen el consentimiento del ciudadano. Pero la decisión es el voto en las elecciones. Y aquí parece que refrendar es decidir. Confundir conceptos jurídicos es peligroso porque puede engañar a la sociedad.

-En un momento de desafección de los ciudadanos hacia sus instituciones, ¿cree que los políticos se aprovechan de esa confusión ciudadana?

-Sí, descaradamente.

-¿Y qué se puede hacer?

-Depende de ellos. Las posturas enquistadas, ir a negociar algo que quieres imponer, no conduce a nada. Eso se arropa con un traje pseudojurídico, pero eso no puede ser.

-Su trayectoria jurídica es amplísima, lo ha hecho todo. ¿Le queda algo por hacer?

-Morir dignamente.