Se llenaron la boca al aprobar la Ley 24/2015 de pobreza energética. Con aquel papel en la mano, el Parlamento de Cataluña podía demostrar que era más progresista, solidario y supermegaguay que nadie. La mayoría nacionalista gubernamental enviaba el siguiente mensaje: aquí no somos como en España, ese reducto de la caspa conservadora, sino que tenemos sentimientos, nos preocupamos de la pobreza y, además, tomamos medidas a favor de los más desfavorecidos.

El tiro energético, sin embargo, les ha salido por la culata. Primero cuando el Tribunal Constitucional (al que no hay que hacer caso, dicen, porque es político y está mandado por la caspa anterior) les dice a los legisladores catalanes que la ley queda sin efecto por una razón de peso: han hecho una ley sobre la que no poseen competencia alguna. Vamos, como si cualquiera de ustedes se construyera su casa en el centro de la plaza de Cataluña. Un desafío más, una chapuza adicional.

Esta segunda y mayúscula chapuza que demuestra de manera diáfana cuán populistas y demagogos son los políticos nacionalistas que han defendido esa cuestión

No contentos con eso, cuando se produjo el dramático fallecimiento de una anciana en Reus que vivía en unas lamentables condiciones y cuya vivienda había sido desconectada de la red eléctrica por falta de pago, se tiraron a la yugular de la firma suministradora, Gas Natural, para responsabilizarla de haber incumplido los protocolos que las energéticas deben atender ante situaciones sociales como la descrita. Fue fácil hacer demagogia y amenazar con una multa.

Acabamos de saber que un juzgado ha tumbado el protocolo de actuación que desarrollaba esa ley porque también incumple la norma. Segunda y mayúscula chapuza que demuestra de manera diáfana cuán populistas y demagogos son los políticos que han defendido esa cuestión. Ellos, y no otros, se merecerían una enorme multa por hacernos perder el tiempo con su ruido y el dinero con sus chapuzas.