En efecto, con señales de baja intensidad y apenas perceptibles, pero Don Mariano Rajoy Brey ha decidido dar un paso al frente con uno de los grandes retos de la legislatura: la reforma constitucional.

Fue justo ayer, el día que se conmemora la Carta Magna que nos dimos los españoles en 1978 como un pacto de paz y de transición a la democracia, cuando el presidente del Gobierno se mostró más dispuesto a tocar la ley de leyes a favor del consenso político.

De momento parece dispuesto a que el Parlamento hable del tema. Es obvio que hay asuntos como la sucesión dinástica y el papel de la mujer en el mismo, que no pueden dilatarse por mucho más tiempo. Pero no es el único, la reforma de la Constitución debe conseguir otros hitos que desde diferentes ámbitos se vienen reclamando para hacerla más adecuada a la evolución normativa de la sociedad a la que sirve.

El único límite que puso Rajoy a reformar la Constitución fue la soberanía nacional

Es en ese marco en el que las reivindicaciones nacionalistas también quieren tener cabida. De hecho la misma discusión de la reforma constitucional desactivará una parte de las reivindicaciones periféricas de los últimos años y puede permitir que se gane un espacio, a ser posible una generación, de paz autonómica. Observen dos cosas en este ámbito: el único límite que Rajoy puso sobre la mesa ayer al referirse a este paso en política fue el relativo a las materias que deben quedar excluidas de reforma alguna. Y la primera, claro, fue la soberanía nacional. También destaca el resultado de la encuesta encargada por El Español y realizada por SocioMétrica en la que se produce una conclusión demoledora: casi el 82% de los encuestados consideran que todas las autonomías debían tener idénticas competencias.

En fin, el panorama es de una enorme complejidad a priori, pero interesante en su desarrollo. Pese al inmovilismo de partida de Rajoy y su grupo, los nuevos equilibrios políticos hacen pensar que como poco habrá debate. O que, como decía Galileo Galilei ante la Iglesia mientras abjuraba de su visión heliocéntrica del mundo, “eppur si mouve”. Algo similar al obsequio que lanzó Rajoy en el día de la Constitución: de entrada no, pero algo se mueve.