Hay políticos que han llegado al cénit de su carrera. Se nota cuando se enfrentan a situaciones complejas. Algunos lo evidencian sin ningún tipo de reparo, aletean por encima del bien y del mal. Es el caso, por ejemplo, del economista Andreu Mas-Colell. El minnesoto profesor acudió ayer al programa líder de la radio catalana, El Món a RAC1, que presenta Jordi Basté.

Desde que publicó un artículo en la prensa nacionalista que evidenciaba sus reticencias con la resolución invalidada por el Constitucional del pasado 9 de noviembre, el consejero de Economía no se había pronunciado sobre la gestión de su departamento. Consejería de las más señaladas en el descomunal caos de gestión que vive el gobierno de la Generalitat. 

Había interés por atender al consejero, que se suponía dispuesto a hablar de su quehacer al frente del departamento. Pero fue frustrante escucharle. Sus explicaciones sobre el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) y el nuevo decreto del gobierno central fueron vagas. Se limitó a poner en manos del Ministerio de Hacienda el agravio habitual. Fue incapaz de explicar con precisión cuáles son las razones verdaderas que han llevado a la administración catalana a la situación de quiebra virtual en la que habita desde hace largos meses.

Con decir que el ministeriu penaliza a los ciudadanos catalanes tiene suficiente. Ni una palabra sobre el origen de los déficits excesivos, del alto endeudamiento que dejará fruto de su gestión, tampoco si se pagan antes a los farmacéuticos o a los estómagos agradecidos que organizaron los fastos del tricentenario. Con atribuir todos los males al déficit fiscal es más que suficiente para despejar los balones que le llegaron durante la entrevista.

No hubo ni un ápice de autocrítica en su explicación. Nada que decir sobre por qué la mayor privatización de su etapa (las aguas catalanas de ATLL) ha sido un fiasco de mayúscula vergüenza, tampoco una referencia a la condonación del impuesto de transmisiones patrimoniales (unos 40 millones de euros) a la madrileñísima Acciona ni, por supuesto, referencia alguna a los errores que pagamos entre todos con Spanair, Barcelona World, la refinanciación de la deuda, etcétera, etcétera.

Está de salida, es obvio. A Mas-Colell quizá le pareció un buen corolario a su carrera académica el paso final por la política. Pero sería injusto que su bien labrado currículo en el mundo universitario fuera una coartada para dejar de explicar sus pifias como gestor de recursos públicos. El consejero de Economía y Finanzas es a la política lo que el exceso de vinagre a una buen ensalada.

Basté y sus contertulios le buscaron, pero no le encontraron. Con decir que no hablaba de política le pareció suficiente como excusa. Como si los ciudadanos del país no tuviéramos derecho a saber qué pasa con las finanzas públicas y qué efectos económicos podría tener esa declaración del Parlament que el Constitucional ha bloqueado. Casi vino a decir que él había venido a hablar de su libro. Lástima que el único libro que se ha publicado sobre su biografía no es precisamente dulce con su figura de gestor en los últimos años. Lo del FLA y la supuesta discriminación de España a los catalanes resulta ya tan increíble como el propio consejero.