Hay que reconocer que los ideólogos del independentismo son creativos montando con palabrería huera y eslóganes propagandísticos el andamiaje de su tinglado. Aquel material que las circunstancias tácticas les aconsejan aparcar pueden recuperarlo más adelante. Así ocurrió con el referéndum del que dijeron que era "pantalla pasada", porque tocaba ya una declaración unilateral de independencia, y ahora el referéndum es el pilar fundamental de la agitación y del victimismo. "Votar es normal, no nos dejan votar, luego nos oprimen", dicen.

Hacía tiempo que no utilizaban la bilateralidad. Cuando el Gobierno central parece dispuesto, por fin, a hablar de problemas concretos, inversiones, infraestructuras y otras reclamaciones, sale el presidente Puigdemont con la bilateralidad: "Nos hemos ganado con justicia un diálogo bilateral de política de Estado", ha dicho en sede parlamentaria. Atención pues a la bilateralidad como material recuperado.

La afirmación presidencial merece ser desmenuzada. "Nos hemos ganado...". ¿Quiénes se han ganado? ¿Ellos con su empecinamiento en una independencia innecesaria e imposible y con su sectarismo político que margina con menosprecio otras opciones de y para la sociedad catalana? ¿Cómo se lo han ganado, "con justicia"? De qué justicia hablan, practicando la deslealtad institucional, desacatando tribunales y juzgados (y haciendo gala de ello), promoviendo la desobediencia, negando ser lo que son, parte del Estado. Si es con esos mimbres, nada han ganado, sino que han hecho perder mucho tiempo y mucha calidad democrática.

¿Qué entienden por "un diálogo bilateral"? Seguro que no el principio de bilateralidad del artículo 3.1 del Estatuto de Autonomía ni el contenido del artículo 183.1 del Estatuto sobre las funciones de la Comisión Bilateral Generalitat-Estado, ambos artículos recurridos en su día por el PP y declarados constitucionales por el TC, siempre que se interpreten en los términos establecidos por el tribunal, en el sentido de que la bilateralidad se aplica a la relación entre las administraciones del Estado central y las de la Generalitat.

¿A qué "política de Estado" se refiere Puigdemont, a la que consintiera negociar la independencia, a la que llevara al desmembramiento del Estado?

Puigdemont y sus seguidores pretenden que la bilateralidad sea una manifestación de la relación entre dos entidades distintas: el Estado español y la Generalitat de Cataluña, asimilable a lo que se conoce en derecho internacional por "relaciones bilaterales". Tratan de colar por la puerta de servicio lo que no cabe por la puerta principal. Queda claro en el mencionado artículo 3.1, que las relaciones de la Generalitat con el Estado (central) se rigen, entre otros, "por el principio general según el cual la Generalitat es Estado". La parte es solo parte y nunca el todo.

¿A qué "política de Estado" se refiere Puigdemont, a la que consintiera negociar la independencia, a la que llevara al desmembramiento del Estado? No son tan ilusos como intelectualmente deshonestos, un rasgo de populismo; en este caso del populismo nacionalista.

Pero a ellos les da igual la honestidad intelectual, lo jurídico, la Constitución, el Estatuto, el sentido común y el sursuncorda. A todo oponen el mantra del "mandato democrático", por cuya virtud no hay otra interpretación que la que hacen derivar de dicha entelequia.

Tendremos bilateralidad para rato, hasta que la arrinconen por un nuevo hallazgo agitador. No nos engañemos. No quieren negociar, ni medidas concretas, traducibles en mejoras para la sociedad, ni una reforma de la Constitución --lo dijo sin ningún empacho Oriol Junqueras respecto a la Constitución--. A ellos, que viven políticamente del cuento de la independencia, la negociación de lo posible les dejaría desnudos y sin causa, deberían entonces afrontar en las urnas la dura realidad de su incompetencia gubernamental.