En el año 2016 se crearon 413.900 nuevos empleos. Una cifra que está muy bien pero que se transforma en decepcionante si se compara con la esperada. Unos magníficos datos de afiliación anual a la Seguridad Social en el mes de diciembre (540.655 personas, el mayor incremento en dicho mes de la última década) y un crecimiento económico superior al previsto (una décima más que el año pasado) me llevaron a estimar una generación de aproximadamente 500.000 nuevos puestos de trabajo.

En relación a los dos años anteriores, la creación de empleo se ha reducido en 111.200 y 19.680 personas, respectivamente. Especialmente destacable es la comparación con 2014. En dicho año, el volumen de ocupación generado fue superior, a pesar de que el PIB sólo aumentó un 1,4%, menos de la mitad del incremento observado en 2016 (3,3%).

La clave del incumplimiento de las expectativas está en el sector público. En el pasado ejercicio, éste destruyo 14.600 empleos. Una tendencia sustancialmente diferente a la de 2015, período en que procedió a crear 73.100. Por tanto, la evolución de la ocupación en él explica el 78,9% de la diferencia de empleo generado en ambos años. Una cifra espectacular si se tiene en cuenta que dicho sector únicamente proporciona el 16,1% de la ocupación total.

La clave del incumplimiento de las expectativas de creación de empleo está en el sector público

La diferente trayectoria del empleo público en 2015 y 2016 tiene dos principales explicaciones: el comportamiento populista de nuestros políticos y la imperiosa necesidad de reducir el déficit público a mitad del año pasado. En el primero, se celebraron elecciones municipales, autonómicas y generales. Éstas les llevaron a acentuar a todos, tanto a los dirigentes de derechas como a los de izquierdas, el carácter social de sus programas. El resultado fue una gran creación de empleo público, más del doble que en un ejercicio como 2007 (36.011), donde también hubo comicios municipales y autonómicos. No importó que en 2015 el país tuviera un gran déficit público (5,1% del PIB), un nivel que contrasta con el superávit obtenido en 2007 (2%).

Dicho comportamiento electoral pasó factura en el pasado ejercicio. Una pequeña caída de la recaudación del impuesto sobre la renta y un desplome del de sociedades obligaron al Gobierno a acometer el cierre contable del año 2016 en agosto y no a finales del mismo, como suele ser habitual. Dicha actuación comportó que se evitara incurrir en casi cualquier nuevo gasto y, por tanto, afectó muy negativamente a la generación de nuevos puestos de trabajo en el sector público.

No obstante, el aspecto más decepcionante en materia de generación de empleo proviene de su calidad. En una gran medida, ésta tiene que ver con el carácter indefinido o temporal de los contratos de los nuevos asalariados. En 2016, los primeros crecieron un 1,52%, los segundos un 5,90%, mientras que el total de ocupados lo hizo en un 2,29%. Por tanto, la conclusión es clara: en 2016 la calidad del empleo creado dejó mucho que desear.

El aspecto más decepcionante en materia de generación de empleo proviene de su baja calidad

Por otra parte, me gustaría resaltar el poco éxito que ha tenido el marketing desplegado por el Gobierno para fomentar la autoocupación. En resumen, podía describirse como: "Si no consigues un empleo, genérate uno tú mismo". En 2016, el trabajo por cuenta propia creció únicamente a un ritmo del 0,45%, muy por debajo del observado en la última fase del período expansivo de la anterior década, pues entre 2004 y 2007 dicha variable creció por término medio un 1,11%.

En relación al desempleo, la euforia de la ministra Báñez no está justificada. La disminución observada es muy elevada (541.700 personas), aunque inferior a la advertida en 2015 (678.200). No obstante, una de las claves ocultas de dicha gran reducción está en la elevada caída de la población activa (127.800), en un año donde la disminución de la población en edad de trabajar lo hace bastante menos (75.500 personas). Un dato que indica que 52.300 se fueron al extranjero o dejaron de buscar trabajo en España, a pesar de las mayores posibilidades de encontrar uno.

En definitiva, los datos de empleo y paro son buenos, pero menos de lo previsto. En 2015, la coyuntura electoral hizo que fueran mejores de lo que la económica indicaba, exactamente todo lo contrario de lo que ha sucedido en 2016. No por ello debemos ser pesimistas, pero sí que tenemos que desligar el grano de la paja. Exactamente ésta es la pretensión de este artículo.