El INE hace una encuesta trimestral que utiliza en la contabilidad nacional y luego hace una anual con más nivel de detalle. Esta semana ha publicado la segunda de ellas, y los medios se centraron al hacerse eco en las diferencias salariales por edades, por género, por sectores, por comunidades autónomas, etcétera. Este economista observador destacaría que el salario medio subió 1,1% en 2015. El debate público en los medios, en las reuniones familiares y en los bares es que los salarios bajan y las estadísticas dicen que los salarios suben.

Desde 2008, el salario medio ha subido casi un 6%. ¿Cómo es posible? O la estadística tiene errores, o la intuición de los ciudadanos es errónea, o la estadística y los ciudadanos hablan de cosas diferentes o una mezcla de las tres causas anteriores. La respuesta es la última opción.

El INE usa el índice del precio del trabajo (IPT) con datos salariales, pero se calcula igual que el IPC. Se construye una cesta de puestos de trabajo y se mide la evolución del salario en esos empleos, un método que elimina el sesgo de lo que se conoce como el efecto composición. Manteniendo los salarios constantes en una recesión --si se destruye empleo-- con salarios bajos el salario medio aumentará. Y al contrario. Y en una recuperación si se crea empleo con salarios bajos el salario medio caerá, aunque los salarios de los que ya trabajaban se mantengan estables.

Como los físicos, los economistas, tenemos el problema de medir la complejidad. Leyendo los datos sobre salarios del INE, muchos podrían explicarte la crisis. Un economista temeroso de equivocarse puede decir muy pocas cosas de esos datos. Imaginemos que no sabes nada y que en una laguna te dan la profundidad media, que es de un metro. Si mides más de un metro, supuestamente podrías bañarte pero lo más prudente es no hacerlo. En algunas zonas la profundidad puede ser de tres metros y puedes morir ahogado. El dato era correcto, pero mal usado puede ser letal.

Es un buen ejemplo de la importancia del big data, que es el petróleo del siglo XXI. El que dispone de más información y de mejor calidad tiene ventaja. Pero la clave es la capacidad para analizar esa información y, sobre todo, conseguir que sea útil para la toma de decisiones. Esto no lo pueden hacer los robots ya que para hacerlo tienen que ser programados por un humano. La realidad es compleja, caótica e impredecible y los robots sólo pueden hacer cosas predecibles y programables.

La búsqueda de trabajo en el segmento de big data crece exponencialmente, empieza a haber escasez de mano de obra especializada

La búsqueda de trabajo en el segmento de big data crece exponencialmente, empieza a haber escasez de mano de obra especializada en España y los salarios suben con fuerza. El otro día estuve con una joven ingeniera a la que una consultora le paga 1.000 euros al mes por hacer su trabajo de fin de grado. O sea, sigue estudiando y es becaria mileurista. La empresa quiere que cuando acabe y se gradúe, trabaje con ellos y le pagarán 25.000 euros brutos anuales y con escalas profesionales definidas que en pocos años puede aumentar su salario significativamente.

También hablé con otro joven que reparte comida para una cadena de hamburguesas con décadas en España, pero que ahora ha decidido hacer entrega a domicilio. Se quejaba de que el salario era bajísimo, pero que tenía dinero para sus gastos y no tenía que pedirle a sus padres durante el año cuando estudia.

La empresa vende las hamburguesas al mismo precio (que es bajo) y si sube los precios, la competencia en el sector conseguiría que muchos clientes llamaran a otra compañía. Con precio bajo y márgenes ajustados, si pagas más salario al repartidor perderías dinero en el servicio a domicilio y no crearías ese empleo. La clave es mejorar la calidad y poder subir precios para poder subir salarios. Esto es sencillo de decir pero complejo de hacer.

Una estadística idéntica, pero, como acabamos de comprobar, refleja dos realidades completamente diferentes. La joven ingeniera también se quejaba de su salario ya que había hecho un Erasmus en Austria y los salarios de sus compañeros austriacos siguen siendo muy superiores a los suyos haciendo funciones similares.

Los salarios en España son muy rígidos a la baja. Esto ya nos lo enseñó Keynes en su Teoría General en 1936, que le llevó a criticar los postulados clásicos del laissez faire y defendió el uso de la política fiscal para suavizar los ciclos y el efecto destructivo de las recesiones. En España, con una destrucción de empleo próxima al 20% y la desaparición del 10% de las empresas, el salario se ha mantenido constante.

Como nos enseñó Keynes, los humanos no seguimos expectativas racionales, no sabemos anticipar el futuro y nos cuesta un tiempo asumir la nueva realidad

Como nos enseñó Keynes, los humanos no seguimos expectativas racionales, no sabemos anticipar el futuro y nos cuesta un tiempo asumir la nueva realidad y adaptarnos a los cambios. En la primavera de 2008 la patronal de la construcción, representada por las principales empresas del sector y los dos principales sindicatos, firmaron el convenio sectorial que garantizaba una subida salarial promedio al menos del 3% en los tres años siguientes. La burbuja ya había pinchado, la recesión ya se había activado y el convenio no tenía ningún sentido racional.

Hemos desarrollado la parte racional más que cualquier otra animal, pero tomamos las decisiones con un elevado componente emocional. Keynes creó una nueva disciplina --la macroeconomía-- que intenta explicar el comportamiento de las decisiones de la sociedad en su conjunto. Con ello hemos desarrollado estadísticas agregadas formadas por millones de decisiones de millones de seres humanos diferentes. El problema es analizar la complejidad y poder llegar a conclusiones con rigor y útiles para interpretar los problemas y tomar medidas para solucionarlo.

La mejor base de datos del país está en el Ministerio de Empleo. Todas las empresas envían mensualmente información sobre 18 millones de trabajadores con salarios y condiciones laborales. Antes, la información llegaba en papel, hoy va en ficheros y se aloja en la nube. Pero, sorprendentemente, esa información no está disponible para los analistas, ni siquiera para el INE que tiene que seguir haciendo encuestas con un alto coste para los contribuyentes y con errores muestrales y menor fiabilidad, como cualquier encuesta.