Ningún presidente norteamericano había iniciado su mandato con el grado de deslegitimación con el que el 20 de enero lo hará Donald Trump. Ni siquiera el republicano Bush junior, que se alzó con la presidencia por unos cientos de votos que le dieron la victoria en Florida sobre el demócrata Al Gore, llegó a la Casa Blanca con el país tan dividido.

La interferencia de Moscú en la campaña electoral, hackeando los correos de Hillary Clinton y difundiendo noticias falsas por la red para favorecer a Donald Trump, ha dado lugar a un coro creciente de voces que cuestionan la legitimidad de la victoria del megamillonario del tupé, como la del congresista negro John Lewis. 18 congresistas demócratas han anunciado que no asistirán a la ceremonia de toma de posesión por lo mismo. Los casi tres millones de votos populares con que la candidata demócrata Clinton aventajó a Trump es otro de los argumentos que vienen utilizando sus contrarios para denunciar la inexistente mayoría con la que el republicano inicia su mandato. Especialmente cuando con menos de la mitad de los votantes se dispone al desmantelamiento de lo que a la otra media América, la demócrata, diversa, de larga trayectoria en la lucha por los derechos civiles y de las minorías, de la defensa de igualdad de oportunidades para la mujer, del aborto, del medio ambiente y de la muy esperada reforma sanitaria de Obama, le ha costado décadas conquistar.

La guerra entre las dos Américas no ha hecho más que empezar

Desde hace semanas se suceden las manifestaciones y movilizaciones en toda América de mujeres, minorias de color, comunidad gay y asociaciones ciudadanas en general contra Trump, en lo que parece sólo el inicio de una gran marcha destinada a confluir el día 20 en Washington. Lo que se avecina como la primera toma de posesión de un presidente norteamericano en la que el público mayoritario no acudirá para celebrarlo si no para repudiarlo. A lo que Trump ya ha contraatacado desde su cuenta en Twitter convocando e invitando a sus partidarios en todos los estados a asistir a la fiesta. El espectáculo parece garantizado, pero no en el escenario, sino en la calle, animado por posibles enfrentamientos entre partidarios y detractores.

La guerra entre las dos Américas no ha hecho más que empezar. Como parte más visible de la revuelta, lo más granado de Hollywood, como Meryl Streep o Robert de Niro, haciendo de las entregas de premios o presencia en redes plataformas para hacer pública su repulsa.

A las manifestaciones contra las anunciadas políticas de Trump en todos los ámbitos, se suman los feos a diario de los sectores más selectos de la sociedad. Entre ellos algunos que han dado lugar a tantas chanzas como el pobre plantel de provincianos aspirantes a la fama con el que podrá contar en la ceremonia de toma de posesión después de que las grandes estrellas de Hollywood y la canción anunciaran en bloque su boicot. Lo mismo que le ha sucedido a la sufrida Melania, con los grandes modistos, que, a excepción de Carolina Herrera, se han negado a dignificar a la Barbie con pasado de modelo porno, con el atavío de una elegante primera dama.

Antes de iniciar su periodo de gracia de unos meses, los famosos cien días, no falta en los grandes medios quien trae a colación la posibilidad de un impeachment

Pero no sólo son gestos para la galería y pancartas en la calle, tampoco la revuelta institucional se ha hecho esperar. Ha sido en San Francisco, cómo no, el feudo del progresista Bernie Sanders, que compitió con Hillary en las primarias del Partido Demócrata, donde la ciudad se ha declarado prácticamente en estado de rebeldia. Su Consejo Rector Municipal anunció que no se obedecerían una serie de leyes relacionadas con derechos civiles o inmigración que emanaran del nuevo Gobierno. También los alcaldes Bill de Blasio, de Nueva York; Rahm Emanuel, de Chicago; y Ed Murray, de Seattle, se han declarado dipuestos a mantener sus “ciudades santuario” para los inmigrantes. Un movimiento que se extiende a otras ciudades menores como Newark y Providence, ésta con un alcalde hijo de inmigrantes guatemaltecos, Jorge Elorza, quien sostiene que la retórica de Trump sobre inmigración “da miedo”.

Antes de iniciar su periodo de gracia de unos meses, los famosos cien días, no falta en los grandes medios quien trae a colación la posibilidad de un impeachment, si no por lo que pueda hacer como presidente, por lo que ya ha hecho como billonario, por un eventual conflicto de intereses entre sus vastas propiedades en el mundo entero y sus obligaciones como mandatario.

El apocalipsis que tantos predicen ¿se hará realidad en los próximos cuatro años? Donald Trump agita el tupé cuando dice con seguridad y convicción inigualables que lo tiene "todo controlado".