El proceso separatista, como todo lo que se reviste de una gran épica, adquiere a menudo tintes de tragedia clásica. Sus protagonistas parecen condenados a sufrir las desdichas de los mitos de Sísifo o Prometeo, que se creyeron tan sabios y astutos que quisieron engañar a los dioses, y estos los encadenaron a sufrir el mismo castigo cada día, a revivir la misma escena, en un eterno volver a empezar. Esta es la imagen que me ha sugerido la entrevista que el El Nacional hizo a Carles Puigdemont el domingo pasado, en la que aboga por reeditar la coalición de JxSí si hay elecciones en Cataluña sin haberse culminado la hoja de ruta. Lógicamente, el president afirma que es un escenario que no desea y por el que no trabaja, pero al decirlo está ya señalando el final. Fíjense que ahora mismo el objetivo no es la materialización de la independencia, que los separatistas daban por indiscutible hasta hace poco, sino la celebración de un referéndum.

Las promesas separatistas son un fraude constante a sus electores

Es un cambio muy significativo que, sin embargo, los medios nacionalistas intentan esconder a su parroquia. El engaño merecería un análisis detenido, y revela la falta de sentido crítico de una buena parte del periodismo catalán en relación al proceso. Para muestra un botón. Al día siguiente de la moción de confianza, Jordi Basté entrevistó a Puigdemont en RAC1 y no fue capaz de preguntarle ni una sola vez por qué había cambiado las anunciadas elecciones constituyentes por el referéndum. Tampoco le dijo nada cuando el president se autocorrigió sobre la marcha para puntualizar que la legislatura de la llamada "desconexión" ya no "acababa" al final de los 18 meses, tal como aprobó el Parlamento catalán en una solemne resolución el 9-N de 2015, o como tantas veces él mismo había repetido, sino que ahora "culminaba" con la aprobación de la ley de transitoriedad jurídica que se aprobará a finales de julio de 2017. Como "culminar" no es sinónimo de "acabar", este sutil giro lingüístico significa que todavía no está claro cuando se pondrá fin a la legislatura. Puede que sea en el primer trimestre de 2018, como dicen ahora, o no. La última resolución que aprobaron JxSí y la CUP en el Parlament dice que las "constituyentes" se convocarán si los partidarios de la secesión ganan con más del 50% de los votos el anunciado referéndum "vinculante" del año próximo, lo que presupone sobre todo que tal cosa vaya a celebrarse.

Las promesas separatistas son un fraude constante a sus electores. En las elecciones "plebiscitarias" de hace un año, Artur Mas prometió que le bastaba con una mayoría de 68 diputados para "proclamar" la independencia (página 31 del programa de JxSí). Tras el 27S acabó aceptando que con el 47,7% de los votos no podía "culminar" la secesión. Para salir del atolladero, el truco semántico consistió entonces en afirmar que, independencia no, pero en cambio, sí había legitimidad para "empezar" el proceso de "desconexión" de España, razonamiento carente de cualquier lógica democrática. Desde que fue investido president, Puigdemont nos ha explicado que su objetivo es dejar a Cataluña a las puertas de la secesión para, al final de los 18 meses, convocar unas elecciones "constituyentes" seguidas de un referéndum de ratificación de la Constitución de la República catalana.

Como en las tragedias griegas, Puigdemont está encadenado a repetir la jugada de Mas

Esta era la obtusa hoja de ruta oficial hasta hace 15 días. Pero ya no lo es. En parte como consecuencia de la crisis con la CUP por la cuestión de los presupuestos, el president sustituye las elecciones constituyentes por el referéndum, aunque con la amenaza de llevarlo a cabo igualmente si el Estado se niega a negociar. Es una rectificación en toda regla, en la que se mezcla el fracaso constatable de la "desconexión" con un nuevo ejercicio de astucia para desafiar al Estado y arrastrar a los comunes de Ada Colau y Xavier Domènech hacia la desobediencia. Como en las tragedias griegas, Puigdemont está encadenado a repetir la jugada de Mas. Las circunstancias no son las mismas y la historia nunca se repite del todo, claro está. Pero apunta a que no será muy diferente.