Jordi Pujol Ferrusola ya duerme en el trullo. El juez gaditano José de la Mata ordenó el martes pasado prisión incondicional sin fianza para el vástago del expresidente catalán. Se cierra así un intenso periodo de cuatro años y medio. Este es el plazo transcurrido desde que la prensa madrileña destapó la enorme fortuna del clan en paraísos fiscales, mientras la mayoría de los medios catalanes se hacía el sueco y miraba para otro lado.

En realidad, el embrollo es todavía más viejo. Se remonta al verano de 2010, tal como recordaba esta semana el siempre bien informado periodista Carlos Quílez en Crónica Global.

Hace siete años acaeció en el restaurante La Camarga el famoso ágape de María Victoria Álvarez, de armas tomar, examante de Pujol, y la popular Alicia Sánchez-Camacho. Álvarez, cherchez la femme, relató con pelos y señales los oscuros trasiegos crematísticos del primogénito, incluidos sus viajes a Andorra con bolsas repletas de violáceos billetes de 500.

La decisión de De la Mata sobreviene con mucho retraso. La saga ha dispuesto de tiempo más que sobrado para poner a buen recaudo su caudalosa fortuna

Ahí comenzó el caso. Pablo Ruz Gutiérrez, juez de la Audiencia Nacional, llamó a declarar a María Victoria, Vicky para los amigos. No le concedió el más mínimo crédito. Por tanto, dio carpetazo al asunto. Pero se interpuso un recurso ante la sala de la Audiencia. Y ésta ordenó a Ruz que prosiguiera las indagaciones.

En este largo intervalo, Jordi Pujol hijo ha comparecido en tres ocasiones ante los jueces. Negó toda irregularidad con tozudez inaudita. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero la decisión de De la Mata sobreviene con mucho retraso. La saga ha dispuesto de tiempo más que sobrado para poner a buen recaudo su caudalosa fortuna. De hecho, según la policía, ha movilizado en los últimos meses nada menos que 30 millones de euros, que se dice pronto. O sea, que ha seguido lavando dinero en cantidades industriales.

Este postrer episodio de evasión monetaria masiva ha rememorado urbi et orbi las cínicas declaraciones de Marta Ferrusola en febrero de 2015, ante el Parlamento catalán. “Nuestra familia no tiene ni un duro. Mis hijos van todos con una mano delante y otra detrás”. El rostro de hormigón armado de esta buena señora es de antología.

El encarcelamiento del hereu marca con letras de molde el fin de una época. Supone hincar el último clavo en el ataúd del pujolismo. Jordi Pujol Soley se creyó ungido como padre de la Cataluña moderna. Pensó, y quizás sigue pensando, que pasará a la historia como el líder indiscutido e indiscutible de esta tierra.

El encarcelamiento del hereu marca con letras de molde el fin de una época. Supone hincar el último clavo en el ataúd del pujolismo

Los nueve miembros de la estirpe se hallan bajo investigación, o sea, imputados. Aparte de Jordi Júnior, quien peor lo tiene a corto plazo, según los entendidos, es Oriol Pujol. Le persiguen dos feos asuntos: el amaño de las ITV y los lucrativos asesoramientos prestados a tres firmas japonesas fugitivas.

Pero en realidad, la dinastía entera está pringada hasta la coronilla. El sistemático reparto del botín de Andorra que Júnior acostumbraba realizar entre sus hermanos, lleva al magistrado De la Mata a una conclusión: el comportamiento de la progenie es propio de una banda criminal organizada.

Las depredaciones de los Pujol revisten tal magnitud que carecen de parangón en Europa. Sólo son equiparables a las de algunos sátrapas de ex colonias africanas o de repúblicas bananeras iberoamericanas. Se barrunta que otros componentes del linaje pronto harán compañía a Júnior en chirona.