La cumbre de los independentistas fue un regalo de Navidad para Ada Colau. A la alcaldesa de Barcelona no la querían invitar inicialmente pero luego se lo repensaron por lo de la transversalidad de la reivindicación soberanista y finalmente le entregaron todo el protagonismo para que ella les vendiera la idea más elemental del mundo: el referéndum será pactado o no será. Y aunque evitó desarrollar toda la secuencia lógica para no alarmarlos en exceso (para un referéndum pactado habrá que reformar la Constitución), al minuto de comprobar el éxito mediático obtenido por tal titular, los dirigentes independentistas y su entorno propagandístico se arrepintieron de su clamoroso paso atrás y se lanzaron a relativizar o a negar la viabilidad de la propuesta de la lideresa de los comuns.

Ada Colau es la alcaldesa más débil, aritméticamente hablando, de todos los alcaldes habidos en Barcelona desde 1979; no consigue aprobar los instrumentos esenciales para el buen gobierno de la ciudad; comparte equipo con Iniciativa, que siempre tiene un aliciente especial; su plataforma electoral se está convirtiendo en partido con los inconvenientes habituales para conseguir una confluencia real; sus socios de Podemos se han empeñado en convertirse en un partido viejo en plena adolescencia; no acaba de definirse sobre su verdadera fe independentista y, a pesar de todo, es la política más aborrecida y temida por JxSí, su universo de entidades, medios y la fiel audiencia.

El liderazgo se tiene o no se tiene. Nadie nos ha dicho que Colau sea una líder, pero todos lo saben, aunque no la voten

El liderazgo no se estudia ni se adquiere, tampoco se otorga ni se proclama y menos aún se asume por delegación o por voluntad de servicio. Se tiene o no se tiene. Nadie nos ha dicho que Colau sea una líder, pero todos lo saben, aunque no la voten. La alcaldesa no tiene todavía un discurso sobre Cataluña ni sobre Barcelona, sin embargo, transmite la seguridad de que con ella se correrá el riesgo imprescindible para hacer algo nuevo. De eso va el liderazgo, de saber sonreír mientras la mirada deja entrever una aventura colectiva. No sabemos de cierto en qué consiste este algo nuevo, aunque se puede sospechar: será ideológicamente de izquierdas, socialmente igualitario y económicamente cooperativo. Más o menos.

La expectativa es grande y lo tangible escaso, incluso los sondeos han enfriado las expectativas electorales de su futuro partido; a pesar de todo, el PDECat la teme porque ya la visualiza como socia de gobierno de ERC, y ERC la fustiga por su frialdad nacional para evitar tenerla como socia mayoritaria de este futuro gobierno de izquierdas. Los pastorcillos de la CUP, según descripción cruel de Jaume Sisa, ven en Colau una política pragmática que les impedirá ampliar su espacio político.

La mayoría de los políticos adolecen de falta de carisma y liderazgo, pero suelen estar sobrados de intuición y sentido de la supervivencia. Por eso todos saben que Adau Colau es su adversaria, porque les puede derrotar en las elecciones, pero, sobre todo, porque les puede arrebatar la aventura del procés que ellos no saben cómo culminar. Esta intuición les obsesiona. La polémica sobre el referéndum porque sí o el referéndum si podemos es solo el aperitivo.