En 2013 el Comité Económico y Social de la UE había señalado la política industrial como una de las iniciativas emblemáticas de la Estrategia Europa 2020, proponiendo a los Estados miembros el compromiso de que la industria alcance como mínimo el 20% del PIB europeo en ese año. El pasado 13 de julio, el Parlamento de Cataluña aprobó por aclamación de todos los grupos de la cámara el llamado Pacte Nacional per a la Indústria. El 28 de noviembre, organizaciones empresariales y sindicales suscribían una declaración conjunta instando al desarrollo de un Pacto de Estado por la Industria en España.

Es obvia la necesidad de una política industrial que actúe como instrumento de planificación estratégica, que tenga como objetivos el fomento del crecimiento (efecto multiplicador de la inversión industrial), la generación de empleo cualificado y la estabilidad económica.

Los pactos industriales deben implementarse en territorios con suficiente masa crítica, con empresas de cierto tamaño líderes en sectores estratégicos, en coordinación con escenarios económicos más amplios (Europa) y en el caso español entre todas las CCAA. Un factor relevante para su éxito sería contar con el consenso de todas las fuerzas políticas y la participación activa de las organizaciones empresariales y sindicales.

Algunos de los instrumentos que sustancian la estrategia de política industrial pivotarían alrededor de la innovación e inversiones en el desarrollo tecnológico y digital, el impulso de la sostenibilidad a través de la mejora de la eficiencia energética y la economía circular que permita utilizar eficazmente los recursos existentes. La clave de su éxito radicará en su capacidad para generar políticas que permitan la creación de talento y la cualificación permanente.

Es obvia la necesidad de una política industrial que actúe como instrumento de planificación estratégica, que tenga como objetivos el fomento del crecimiento, la generación de empleo cualificado y la estabilidad económica

Para la economía española sería sin duda una excelente oportunidad para desarrollar una "nueva política industrial activa", que actúe como instrumento de planificación democrática, como sugiere el economista y profesor de Harvard D. Rodrik. Sin embargo, sería conveniente que la intervención estatal actuara también como elemento de corrección de los "fallos de mercado" y potenciara actuaciones "verticales" (que se diseñan y se aplican para la promoción económica de territorios). En cualquier caso, estas actuaciones deberían evitar los peligros del dirigismo que podría limitar la competencia y la emergencia de empresas innovadoras Se debería apostar por un proceso de "destrucción creativa", como planteaba el economista austriaco J. Schumpeter.

No siempre la activación de políticas industriales cumple con los objetivos planteados. El Plan Obama en el 2012, actuando el Gobierno Federal de los EEUU como el mayor capitalista de riesgo, impulsaba a la empresas privadas al desarrollo de las energías verdes, tuvo repercusión positiva en la economía norteamericana. El Plan Hollande (ejemplo de neocolbertismo) de septiembre de 2013, diseñado para impulsar la industria francesa y centrado en sectores como la transición energética, la tecnología digital, el transporte del futuro... no fue capaz de activar la alicaída economía francesa. Quizás tuviera algo que ver con los diferentes modelos de sociedad industrial, la primera más ágil y flexible, la segunda centralizada y burocratizada.

En Cataluña, a la ausencia endémica de políticas industriales habría que añadir dos elementos muy preocupantes que condicionan su desarrollo industrial. La paulatina caída de las inversiones en innovación desde el 2012, que la ha situado por detrás de CCAA como el País Vasco, Madrid y Navarra, y un modelo educativo muy ideologizado e intervencionista dedicado a formar buenos patriotas, pero que presenta serios déficits en materias como las matemáticas y las ciencias, con rendimientos por debajo de la media española, lo que sin duda dificulta la integración de los alumnos catalanes en el sistema ciencia-tecnología.