El autor de la frase que da título a esta columna es Groucho Marx, y el concepto delirante que manifiesta fue el primero que me vino a la cabeza cuando empezó a correr la teoría de que la futura Cataluña independiente debería ser, de hecho, una república binacional compuesta por dos naciones a cuál más milenaria, Cataluña y Occitania. Que esta última se localice exclusivamente en el Valle de Arán y cuente con una población escasa, no, lo siguiente, carece de importancia, pues no se es más digno y relevante por ser más grande, ¿verdad?

¿No sería mejor esperar a la independencia de Cataluña para ver si cuela lo de la república binacional catalano-occitana?

Según los defensores de esta opción, el occitano debería ser oficial en toda Cataluña, duplicando rótulos y lo que haga falta, previa eliminación del castellano como lengua cooficial. Nada dicen de qué sucedería si a los araneses les diera por seguir formando parte del perverso Estado español. ¿Se ha contemplado esa posibilidad o se parte de la base de que los seis mil y pico habitantes del valle son todos independentistas occitanos dispuestos a federarse con una nación hermana? Y, sobre todo, ¿no sería mejor esperar a la independencia de Cataluña para ver si cuela lo de la república binacional o si todo el mundo lo considera una extravagancia más de ciertos impulsores del prusés?

Supongo que la cosa no queda ahí, pues la genuina Cataluña binacional debería incluir el territorio actualmente en manos del ladino Estado francés, que debería renunciar a su parte de la nación occitana. Como ya sabemos, luego vendría la anexión de Valencia y las Baleares --deseo mayoritario de los habitantes de esas zonas de los Países Catalanes, como es del dominio público-- y una era de esplendor catalán en el Mare Nostrum como no se ha visto desde el medioevo.

Generosos y solidarios, los más nobles defensores de la independencia piensan ya en los derechos de una minoría nacional postergada a la que hay que devolver su dignidad

Realmente, es de agradecer que haya gente tan previsora en las filas del nacionalismo, gente que ya sabe cómo serán las cosas cuando suceda algo que no tiene muchas posibilidades de suceder, pero que ellos dan por seguro. Mientras otros las pasan canutas para llegar a fin de mes, hay quien cobra por diseñar repúblicas binacionales imaginarias mientras se queja de que el Estado catalán --inexistente, pero ya perverso antes de nacer-- maltrata a Occitania como España a Cataluña. Generosos y solidarios, los más nobles defensores de la independencia piensan ya en los derechos de una minoría nacional postergada a la que hay que devolver su dignidad. Como Groucho Marx, no tienen nada, pero están dispuestos a desprenderse de la mitad.