Estamos a dos meses y medio del supuesto referéndum y aquí no hay urnas, nadie firma nada y da la impresión de que Junts pel Sí espera que la independencia de Cataluña se declare sola. Para aparentar que se hace algo, Puigdemont intentó convencer a Junqueras para que se pusiera al frente de todo lo relacionado con el referéndum, pero éste le dijo que ni hablar del peluquín, que a ver si va a ser él el único que acabe pringando. Ante su propuesta de colegiar las actividades --o sea, que firmase todo el mundo y que todo el mundo se arriesgase al posible castigo del Gobierno central--, la mayoría de pedecatos dijeron, en la mejor tradición Baiget, que nanay, que no estaban para jugarse el patrimonio. Conclusión: el referéndum sigue sin nadie que lo organice. O sea, que se impone un nuevo acto trascendente de ésos en los que todos se aplauden unos a otros y nadie firma ningún papel comprometedor. Peculiar manera de alcanzar la independencia, francamente.

De momento, la independencia está en manos de dos partidos que se detestan, de una gente que no está dispuesta a correr el menor riesgo y que no quiere ni ir al trullo, ni que la inhabiliten ni que le peguen un buen pellizco a su patrimonio

La actitud de Junqueras, por otra parte, denota muy poca confianza en la consecución del objetivo previsto. Mucho discurso enardecido, pero a la hora de la verdad, da la impresión de no haber superado el marco autonomista, pues le tiene un pánico absoluto a la inhabilitación, ahora que las encuestas se le muestran tan favorables. Jordi Pujol dominó el arte de ser independentista en teoría y autonomista en la práctica, pero se supone que eso había quedado atrás, junto a la deixa de l'avi Florenci. Se supone que habíamos pasado pantalla y que la independencia de Cataluña era la única forma de impedir su destrucción a manos de los malvados españoles. Se supone que caminábamos, ya que no hacia la independencia, hacia un remake de la performance de Companys en 1934. La ANC y Omnium siguen soñando con calles y plazas ocupadas por los indignados procesistas. Había que internacionalizar el conflicto, ¿no? Según el cupaire Arrufat había que liarla parda para que la represión española llevara a todo el orbe civilizado a simpatizar con los independentistas.

Pero, de momento, la independencia está en manos de dos partidos que se detestan, de una gente que no está dispuesta a correr el menor riesgo y que no quiere ni ir al trullo, ni que la inhabiliten ni que le peguen un buen pellizco a su patrimonio. Toda la épica se les va por la boca, con sus discursos pomposos, sus actos de autobombo y su cultivo permanente del mal rollo y el odio al vecino. Si les asusta el camino emprendido, haberlo pensado antes. Ahora, lo que toca es llegar hasta el final y que sea lo que Dios quiera: llevamos cinco años de tabarra y esto ya no hay quien lo aguante.