“Si las cosas se desmejoran un poco para el PDECat, es fácil que el presidente de Cataluña sea Junqueras”, ha dicho Jordi Pujol en un encuentro con un grupo de jóvenes que fue filtrado hace unos días por La Vanguardia. El expresident reconocía que ERC y la antigua Convergència se disputan el mismo electorado y que los republicanos se están aprovechando de la debilidad del partido que fue hegemónico durante décadas al frente de la Generalitat. El juicio del 9N, que centra gran parte de la atención política y mediática de esta semana, no va a cambiar lo más mínimo la correlación social de fuerzas entre los favorables y los contrarios a la secesión, pero sí introduce un factor nuevo: el regreso de Artur Mas como operación de salvavidas del PDECat. Tras la autoexclusión de Carles Puigdemont, los neoconvergentes se encontraban en la intemperie absoluta, desnortados ideológicamente, sin liderazgos ni estrategia, y los republicanos en disposición de llevar a cabo una OPA sobre su espacio electoral. Todo seguía favoreciendo las pretensiones del líder republicano y actual vicepresidente del Govern de convertirse en una especie de nuevo Pujol ahora netamente separatista. El lunes, sin embargo, fue un mal día para Junqueras. El paseíllo que llevó a Mas desde la plaza Sant Jaume hasta el Palacio de Justicia confirmó que quiere volver al centro de la política catalana. A pesar de la losa corrupta de CDC, que no para de darle sustos, el expresidente está decido a intentarlo de nuevo.

Mas gana en cualquiera de los dos escenarios: si es declarado inocente, habrá logrado “engañar al Estado”; si lo declaran culpable, se presentará como “el primer mártir” de la causa

A corto plazo, Mas gana en cualquiera de los dos escenarios. Si finalmente es declarado inocente, habrá bordado su famosa máxima de “engañar al Estado” para gran regocijo de todo el independentismo. Desobedecer al Tribunal Constitucional sin que sea delito. Asumir toda la responsabilidad política del 9N pero ninguna culpa penal. En cambio, si el TSJC acepta la tesis de la Fiscalía General del Estado de desobediencia grave, por cuanto las resoluciones del TC son de obligado cumplimiento para todos y no requieren de un apercibimiento individualizado, Mas se presentará a las elecciones como “el primer mártir” de la causa que ha hecho cuantos sacrificios han sido necesarios, desde resignarse a ir el número cuatro en la lista de JxSí hasta renunciar a la presidencia de la Generalitat cuando la CUP lo exigió. Al frente del PDECat podrá rivalizar ahora con Junqueras, que soñaba con un paseo electoral sin apenas hacer nada ni decir gran cosa desde hace tiempo.

Este escenario nos lleva a una aceleración de la convocatoria electoral en Cataluña porque Mas solo podría participar como candidato si la sentencia que lo inhabilitase no fuera firme ante el Tribunal Supremo. También nos conduce a una radicalización del proceso separatista. Para que Mas no acabe políticamente “kaput”, simpática expresión que Jordi Pujol utilizó en el citado encuentro, necesita que la secesión se lleve a cabo y pueda ser amnistiado por el nuevo orden jurídico catalán, según ha declarado en varios momentos del periplo mediático que ha realizado a las puertas del juicio para mayor gloria personal. Eso significa que a corto plazo piensa disputarle a Junqueras el mismo electorado. Ahora quien va a pujar en la radicalización política es el PDECat. Hacía meses que el líder de ERC no tenía un día tan malo.