La polémica sobre los farolillos con estelada en la cabalgata de los Reyes Magos de Vic se centró en la politización, en el uso partidista del desfile y en la manipulación de la infancia que el llamamiento de la ANC y de Òmnium Cultural representaba. Pero hay otro aspecto, que en algunas informaciones y comentarios sí que se incluyó, pero que quedó semioculto. Se trata de la petición, que figuraba también en el pasquín de la ANC y de Òmnium, de que los niños y los padres pidieran a los Reyes Magos que trajeran la República catalana.

Que a unos reyes, por muy magos que sean, se les reclame que traigan la República merece figurar, más allá del ridículo del planteamiento naíf, entre las iniciativas insólitas que nos ha deparado el procés, como las listas electorales sin políticos --sugerencia de ERC antes de las elecciones del 27-S de 2015--, el plebiscito en escaños en lugar de en votos, la legalidad catalana distinta de la española o la elaboración de las leyes de "desconexión" en secreto para que no puedan ser objeto de recurso. Todas estas iniciativas, y otras que ya han pasado a mejor vida, son aportaciones novedosas a la ciencia política que se inscriben por méritos propios en el surrealismo o en el pensamiento mágico. Lo mismo ocurrirá con la de que los Reyes traigan la República.

La manipulación y la utilización política de la cabalgata era tan evidente que hasta un personaje que vive de la provocación como Gabriel Rufián confesó que la idea le chirriaba y no le gustaba

La manipulación y la utilización política de la cabalgata era tan evidente que hasta un personaje que vive de la provocación como Gabriel Rufián confesó que la idea le chirriaba y no le gustaba. El presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, también se desmarcó, aunque tardó dos días, del llamamiento de su organización local de Vic porque "no concordaba" con el "plan de trabajo" de la entidad e instó a sus delegaciones territoriales a ser más "cuidadosas".

TV3, que transmitió la cabalgata, se distanció asimismo en un comunicado previo en el que solo se responsabilizaba de la retransmisión, y no de los "actos paralelos", y aseguró que el despliegue se haría "con el rigor y la profesionalidad de siempre". Todos tranquilos, entonces. El rigor y la profesionalidad de TV3 se pueden apreciar cada día con solo conectarla. Penúltimo ejemplo: en la entrevista a Carles Puigdemont en el descanso del partido Cataluña-Túnez, el periodista de la televisión autonómica que le preguntaba expresó su ilusión tras manifestar el president su deseo de que aquel fuera el último partido no oficial de la selección. Hay que admitir, no obstante, que en la transmisión de la cabalgata, sin duda para evitar más polémica, TV3 no se recreó en los farolillos, mucho menos numerosos, por otra parte, de lo esperado.

Las críticas matizadas desde medios independentistas no pudieron evitar, sin embargo, las alusiones constantes a la "sobreactuación", la "hipocresía" el "desvío de la atención" de problemas más graves, el "rasgarse las vestiduras" o el "cinismo" del "unionismo", al que reprochaban actuar igual o peor. Algunos hasta sacaron a relucir a los niños cantando el Cara al sol, sin darse cuenta de que, para defender al independentismo, lo equiparaban al fascismo. Otras comparaciones también eran improcedentes: no es lo mismo llevar banderas españolas constitucionales a determinados actos o la visita de los Reyes Magos a las sedes de los partidos que promover el uso de la estelada en una cabalgata municipal. Si los farolillos hubieran llevado la bandera de las cuatro barras --la oficial de Cataluña--, nadie hubiese tenido derecho a quejarse.

Jordi Sánchez consideró la "tradición" de las esteladas en los Reyes Magos de Vic "normalizada" y el hecho de que hasta ahora no se haya desatado la polémica como si fuera una atenuante cuando en realidad debería ser una agravante

Porque la estelada, diga lo que diga el presidente de la ANC, Jordi Sánchez, es una bandera partidista. Contra toda evidencia, Sánchez asegura que no es un "elemento de confrontación política o de división", sino de "normalidad". El presidente de la ANC ha sido, en este asunto, quien ha ido más lejos en la defensa de la iniciativa, que inscribió en una "tradición" de la ciudad de Vic, cuando esa costumbre se limita a los cuatro años que dura el procés. Sánchez consideró la "tradición normalizada" y el hecho de que hasta ahora no se haya desatado la polémica como si fuera una atenuante cuando en realidad debería ser una agravante.

Oyendo a Sánchez justificar los farolillos estelados parecía que hubiera que darle las gracias porque la campaña no fuera otra cosa que una "acogida simpática". Tiene razón si se compara con otras campañas que también nacieron precisamente en Vic. Por ejemplo, la que se popularizó con el eslogan Espanya en mata, que el 23 de julio pasado llenó la plaza Mayor de la capital de Osona, convertida en cementerio, con unas siniestras cruces amarillas para denunciar a "un Estado que se muestra insensible con el sufrimiento de sus ciudadanos y que destroza su sistema sanitario". Aquella campaña tampoco fue desautorizada. O sea, que no podemos quejarnos, que podía haber sido peor.