A medida que se acerca el 19 de mayo, fecha autofijada por la propia Comisión Europea (CE) para tomar su decisión sobre la compra de 02UK (Telefónica) por parte de H3G (Hutchison Whampoa), la operación parece complicarse por momentos, a la vez que aumentan los condicionantes que hacen cada vez más difícil que la venta termine saldándose con éxito. De malograrse la operación, supondría un considerable revés para la compañía española, que puede sufrir en sus carnes el poco peso político del Gobierno de España ante la CE y dar al traste con la previsión de ingresar 14.000 millones de euros. Unos ingresos con los que Telefónica cuenta para pagar su dividendo, reducir el monto de la alta deuda que incomoda a la teleco presidida por Álvarez-Pallete y no verse sometida, así, a una rebaja del rating con lo que ello comporta de incremento de gastos financieros.

El visto bueno de la Comisión Europea a la operación podría interpretarse como una prueba de la excesiva influencia de la UE en los asuntos de Reino Unido y, por tanto, aumentar los apoyos a la salida británica de la Unión

El último paso, anunciado por la hongkonesa Hutchison, de no ofrecer más concesiones para lograr el visto bueno comunitario a la operación que lleva más de un año a la espera de decisión, y el hecho de que el fallo por parte de Bruselas se vaya a adoptar tan sólo unas semanas antes de la celebración del referéndum sobre el Brexit (23 de junio), complican la 'sentencia' final de autorizar la compra por parte de la CE. El visto bueno a la operación podría interpretarse como una prueba de la excesiva influencia de la UE en los asuntos de Reino Unido y, por tanto, aumentar los apoyos a la salida británica de la Unión.

En este largo proceso, y con objeto de limar asperezas, Hutchison ha propuesto congelar tarifas a clientes durante cinco años; inversiones de 5.000 millones de libras para mejorar cobertura y velocidad de datos, y la apertura de redes a otros competidores en términos previamente acordados, en un claro compromiso por parte de la empresa de Hong Kong de facilitar y mejorar los niveles de competencia. A pesar de ello, no ha conseguido neutralizar el clima de oposición que mantienen los reguladores británicos Ofcom y CMA, que han puesto la proa a la operación desde el primer momento, en un ejercicio de proteccionismo desconocido hasta ahora en el Reino Unido.

Las autoridades británicas han esgrimido, desde el principio, la elevada concentración del espectro derivado de la operación, algo que se ha demostrado que no sería tan alto como para perjudicar la competencia y por lo tanto prohibir la operación. En ello han insistido la casi totalidad de analistas sectoriales internacionales, como Citigroup, Goldman Sachs, Redburn, Jefferies, BOFAML o Deutsche Bank, que coinciden en señalar que las empresas implicadas (O2 y H3G), cuya fusión las permitiría convertirse en la tercera operadora, necesitan reforzarse para competir, algo que Hutchison no podría hacer sin fortalecer su posición en el Reino Unido para poder rivalizar de manera efectiva y como tercer operador frente a fortísimos competidores como British Telecom-EE y Vodafone.

Se ha echado en falta algún tipo de apoyo por parte del Gobierno español en defensa de los intereses de una empresa nacional, algo que suele ser habitual en el concierto europeo

De hecho, el problema de la excesiva concentración de espectro en el Reino Unido es consecuencia de la reciente fusión entre British Telecom (BT) y T-Mobile & Orange (EE). En concreto, la cuota de espectro resultante de la combinación de O2 y H3G, sería similar a la que actualmente tiene Vodafone y la mitad de la que tiene BT-EE. Tras la reciente adquisición de EE, la nueva BT cuenta con un 31% del mercado móvil y un 35% de banda ancha en el sector residencial.

Cuando falta menos de un mes para que se apruebe o se rechace la operación por parte de la Comisión Europea, se ha echado en falta, a lo largo del año que la operación lleva abierta, algún tipo de apoyo o posicionamiento por parte del Gobierno español --como miembro de la Unión-- en defensa de los intereses de una empresa nacional, algo que suele ser habitual en el concierto europeo.

Operar en el mercado global y en las 'grandes ligas' tiene estas cosas y, llegado el peor de los casos, Telefónica tendría que echar mano del plan B, aunque nadie le resarciría del año perdido.