"La inmersión obligatoria con contenido político --el caso de Cataluña-- trata de crear automatismos de pensamiento". Esta demoledora frase de la reconocida lingüista y educadora Inger Enkvist --el propio Parlament la llamó en su día como experta pero no le hizo caso alguno-- es el mejor resumen del acto organizado por SCC en defensa del bilingüismo. Y remachó: "Nadie se convierte en culto ni moral con una educación ideológica". A contuación mostró su perplejidad por el contenido de los libros de texto para niños de primaria, sólo comparables a los de los países totalitarios.

Antes el profesor Morgado, neurocientífico, había hablado de las ventajas, probadas científicamente, del multilingüismo aprendido en los primeros años de vida, tanto para la empatía como para retrasar el deterioro neurológico.

Si es bueno que los niños tengan más de una lengua vehicular de forma progresiva en los primeros años de escolarización en países monolingües, más razón hay para que se haga así en sociedades bilingües como la catalana. Se conculca el derecho a ser educado en la lengua materna, reconocido por la UNESCO y se niega a los catalanes una ventaja competitiva en un mundo globalizado por espurios intereses políticos.

Lo increíble es que esto pase sin que el Estado intervenga seriamente y con el silencio cómplice de algunos que se autodefinen, en Cataluña y en el resto de España, como demócratas y/o de izquierdas

Ambas intervenciones, alejadas de la batalla política localista, ratifican que el pilar en que se basa la ingenieria social puesta en marcha por el nacionalismo en Cataluña tiene la escuela y los primeros años de escolarización de los niños como punto neurálgico. El monolingüismo no es más que un instrumento al servicio del adoctrinamiento. Con ello se perjudican, sobre todo, las posibilidades futuras de los niños con lengua materna en catalán y entornos familiares y sociales monolingües y de clases modestas. Piensan que así serán súbditos y votantes fieles. Los dirigentes predican la inmersión pero llevan en muchos casos a sus hijos a colegios internacionales o con mayor presencia de castellano y otras lenguas. Lo que es bueno para los que han de obedecer no sirve para los llamados a mandar.

Lo increíble es que esto pase sin que el Estado intervenga seriamente y con el silencio cómplice de algunos que se autodefinen, en Cataluña y en el resto de España, como demócratas y/o de izquierdas. Franco quiso hacer una España monolingüe y unitaria y exterminar los valores de igualdad y libertad. No lo logró, ni ganando una guerra. Estos tampoco conseguirán sus propósitos, ya lo saben, pero en el fondo su objetivo es seguir monopolizando el denostado poder autonómico, que no está mal para ir tirando.