No es la lucha contra el racismo antimusulmán lo que divide Canadá, sino la cuestión de saber si hay que recurrir al término "islamofobia" para combatir esta plaga. Entre líneas, se juega una cuestión mayor: ¿qué graduación adoptar en materia de autocensura? Para evitar los atajos racistas, ¿hay que asumir el riesgo de reducir al silencio a todos aquellos --incluso de cultura musulmana-- que quieren combatir una visión tradicional o integrista de islam? Este es el peligroso camino que ha escogido la izquierda Trudeau, que ha planteado una moción de condena de "la islamofobia", en un país inquieto, con todos los riesgos que esta confusión supone.

Tal y como indica la etimología del término, como se explica incansablemente desde hace ya quince años, como recordaba Charb, los laicos canadienses o Pascal Bruckner en libros recientemente publicados [1], el término "islamofobia" no condena únicamente la fobia a los musulmanes (la musulmanofobia), sino también el miedo a lo que se hace o se dice en nombre del islam. A través de este término, el legítimo miedo a los atentados y al fanatismo se confunde y se amalgama con el miedo irracional a los musulmanes, esto es, al racismo antimusulmán.

Sabemos a qué lleva esto. Es en nombre de la lucha contra la "islamofobia" que se acaba por considerar inapropiada toda crítica al islamismo, y por tachar de "islamófobos" hasta a los musulmanes modernistas. Algo que acaba por fortalecer a los integristas, radicalizar a los extremistas y dar pie al auge del racismo de verdad.

En condiciones normales, tan sólo los iluminados y sus afines se entretendrían en expandir una trampa semántica como ésta. Pero vivimos en un mundo confuso, despolitizado, en el que la lucha de "razas" amenaza con reemplazar la lucha de clases. En la ausencia de un verdadero proyecto igualitario, el único discurso progresista de la izquierda norteamericana y canadiense, y quizá mañana también de la izquierda francesa, puede acabar pareciéndose a una limosna victimaria para cada comunidad, sobre todo de carácter religioso. Hasta el punto de acomodarse al integrismo (reaccionario y racista), por miedo... de la reacción y del racismo.

A través del término "islamofobia", el legítimo miedo a los atentados y al fanatismo se confunde y se amalgama con el miedo irracional a los musulmanes, esto es, al racismo antimusulmán

La moción contra "la islamofobia" ha sido presentada por la diputada liberal canadiense Iqra Khalid, con el apoyo beato del Gobierno de Justin Trudeau. Su propósito es similar al de un texto que ya fue aprobado por unanimidad en el Parlamento quebequés en octubre de 2015, en un contexto muy particular, marcado por los atentados islamistas. En esta ocasión, la moción reaparece en el marco del proceso de Alexandre Bissonnette, autor del atentado contra la gran mezquita de Québec. Tanto en el primer caso como en el segundo, la moción no hará más que generar malentendidos envenenados.

Los conservadores lo han comprendido y combaten abiertamente la moción, como los laicos quebequeses, aunque por razones bien distintas. Los laicos le reprochan dificultar la crítica a las religiones. Los conservadores, por su parte, la critican casi por lo contrario: dar a entender que está prohibido criticar el islam, "pero que quizá se podrían criticar las otras religiones" (según dijo un diputado).

El Partido Conservador de Canadá ha presentado una contra-moción que propone una formulación más amplia, orientada a cubrir "la discriminación de los musulmanes, los judíos, los cristianos, los sijs, los hindús y los miembros de otras comunidades religiosas". Sin éxito: el gobierno Trudeau se aferraba con uñas y dientes al término "islamofobia", para enviar una señal a "una comunidad que en este momento está en el disparador".

Se diría que se acabó el tiempo en el que se debatía sobre ideales, y no sobre identidades; y que nos adentramos en una época marcada por el cara a cara entre una izquierda comunitarista proislam y una derecha identitaria cristiana... un duelo que amenaza con pisotear el derecho a la blasfemia y la libertad de expresión, además de aplastar al antirracismo laico. Pagarán el precio por ello. Ya lo están pagando: en Quebec, Djihad, la obra de teatro de Ismaël Saïdi sobre la radicalización, ha sido desprogramada... por miedo a ofender. ¿Y mañana? Djemila Benhabib, que ya ganó un proceso por haber criticado el adoctrinamiento que sufren los alumnos de ciertas escuelas coránicas de Canadá, ¿podrá seguir haciéndolo? No está nada claro. Esta moción "contra la islamofobia" no rebajará el racismo antimusulmán; todo lo contrario. Y además, amenaza toda alternativa laica y constructiva al odio.

[1] L'islamophobie (dir. por Jerôme Blanchet-Gravel), Dialogue Nord-Sud; Un racisme imaginaire, de Pascal Bruckner, Grasset.

[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado en Marianne.net y reproducido en Crónica Global con autorización]