La confesión de los gestores del Palau de la Música no ha hecho más que confirmar la convicción generalizada de que CDC había tratado de ocultar su financiación ilegal a través de una de las instituciones más respetadas del país. Ahora tenemos la confirmación y algo nuevo: la comisión que Fèlix Millet y Jordi Montull cobraban por hacer el servicio.

En realidad, y si hacemos abstracción del dinero que estos dos pájaros robaron, el capítulo es una derivada más de lo que llamamos caso 3%; o sea, las vías que usó el partido de Jordi Pujol para obtener recursos de forma ilegal en paralelo al enriquecimiento de su familia.

Las revelaciones de los "saqueadores confesos", como les hemos bautizado en los medios, estalla en plena cara de Artur Mas, invalidado definitivamente para la política. Su nuevo partido, el PDECat, seguirá siendo CDC y él no podrá zafarse de su pasado por más que lo intente y por más que ahora reniegue de Millet.

Mas se ha movido durante años en terreno pantanoso tanto desde el punto de vista legal, por su desafío soberanista, como desde el político, por la imagen de corrupción que arrastra como delfín de Pujol y por él mismo.

Al final, la gran pregunta es si todo esto debilitará el proceso de desconexión con España, si debilitará el entusiasmo de quienes se apuntaron al procés a primera hora y de quienes se sumaron animados por el cambio de rumbo de CDC.

Está claro que puede afectar en lo que más importa en estos momentos: la ampliación de las bases del movimiento.

Cabe la posibilidad de que un día ese 80% de los ciudadanos insumisos a los que se refiere el discurso oficial del separatismo sea un hecho

La estrategia del nacionalismo catalán pasa por conseguir nuevos partidarios, una labor a la que la Administración central contribuye con su habitual y eficaz torpeza. Por ese camino, cabe la posibilidad de que un día el 80% de los ciudadanos insumisos a los que se refiere el discurso oficial del separatismo se convierta en una realidad.

Pero también puede ocurrir que el hundimiento electoral de CDC/PDECat además de favorecer a ERC reste apoyos a la causa global. Es difícil imaginar al votante convergente tradicional como compañero de un viaje que ha ido desde el partido del orden y del catalanismo de la senyera hasta el escándalo por corrupción, al fundador desacreditado y al heredero descalificado agarrados a una estelada.

Algo de eso subyace en los reproches de la CUP, que ya apartó a Mas de la Generalitat, cuando le acusa de contaminar el proceso independentista con la corrupción.