Con el acto que protagoniza este domingo Susana Díaz en Madrid, en el que anunciará oficialmente su candidatura a la secretaría general del PSOE, puede darse por abierta la última fase del proceso que culminará con la elección en primarias de un nuevo líder para el partido socialista. Tras meses y meses de dudas, idas y venidas, asesinatos políticos y bochornos diversos, la presidenta andaluza ha sido tan deseada por algunos sectores del PSOE, encabezados por la vieja guardia y por los barones regionales, como aquella Susana bíblica del Libro de Daniel, que negó sus favores sexuales a dos ancianos jueces que la pretendían, que fue primero condenada a la lapidación y luego exonerada antes de que sus pretendientes fueran ejecutados por falso testimonio. Aunque no tenga nada que ver, La casta Susana fue también una película, una españolada protagonizada por Marujita Díaz y dirigida por Luis César Amadori, el realizador de La violetera.

¿A qué obedece tanto deseo? Los partidarios de Susana Díaz solo saben decir que "gana elecciones". De momento, es el único valor que exponen porque de su programa político poco se conoce. Sin embargo, como demuestra el politólogo José Fernández-Albertos, (Eldiario.es, 21-03-2017), eso de que Susana Díaz "gana elecciones" no responde exactamente a la realidad. Comparando los resultados del PSOE en las elecciones generales de diciembre de 2015 y en las autonómicas andaluzas de marzo de ese año, únicas en las que Susana Díaz fue cabeza de lista y ganó, el politólogo señala que el PSOE perdió en Andalucía en las generales cinco puntos respecto a las de 2011 y cuatro en las autonómicas en relación a las anteriores de tres años antes. Pero, como la legislatura española fue más larga, con mayor tiempo para el declive, concluye que el deterioro del voto socialista fue aún mayor en las autonómicas que en las generales. Susana Díaz frenó la caída del PSOE en los municipios pequeños y entre la población mayor, al tiempo que perdía apoyos en los núcleos urbanos y entre la población joven, que son, como es sabido, las dos franjas de electorado donde los socialistas se han hundido en beneficio de Podemos.

Mientras Díaz abomina de Podemos y pretende recuperar para el PSOE un proyecto autónomo ganador, Sánchez también defiende un partido con autonomía propia, pero destinado a pactar con la formación de Pablo Iglesias como única manera de que la izquierda recupere el poder algún día en España

La relación del PSOE con Podemos es precisamente una de las batallas que se van a librar en estas primarias entre Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López. Situado el exlendakari como tercero en discordia, el choque de trenes enfrentará a la presidenta andaluza con el último secretario general, derrocado en la reunión del comité federal del pasado 1 de octubre. Mientras Díaz abomina de Podemos y pretende recuperar para el PSOE un proyecto autónomo ganador, Sánchez también defiende un partido con autonomía propia, pero destinado a pactar con la formación de Pablo Iglesias como única manera de que la izquierda recupere el poder algún día en España. Las encuestas abonan la tesis de Sánchez (un 52% del electorado socialista prioriza la alianza con Podemos, según el sondeo publicado por El Periódico el pasado 26 de febrero) porque parece evidente que Podemos ha llegado para quedarse y aspirar a un Gobierno socialista en solitario se antoja ahora mismo una quimera.

La otra batalla que dilucidarán las primarias socialistas es la de la influencia del aparato del partido en la carrera electoral. Todas las encuestas publicadas dan como favorito a Sánchez, pero la mayoría de los consultados creen que ganará Díaz. En el mismo sondeo ya citado, Sánchez se impone a su rival entre el electorado socialista por más de 30 puntos (49,5% frente a 16%), pero el 42,2% de los votantes del PSOE cree que ganará Díaz, contra el 27,7% que da la victoria a Sánchez.

Es cierto que no votan los electores socialistas, sino los militantes, pero al menos hasta ahora la militancia también estaba con Sánchez. Esta creencia mayoritaria en el triunfo de Díaz solo puede deberse a que la gente teme que al final se imponga la fuerza del aparato del partido o a que los bandazos ideológicos perjudiquen al exsecretario general, cuyo regreso puede ser visto también como algo extemporáneo. De lo que no hay duda es de a quién apoya el aparato, es decir, la gestora y los poderes fácticos del PSOE (Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuatro de los siete presidentes autonómicos, etcétera).

La neutralidad de la gestora está en duda desde el momento en que el secretario de organización, Mario Jiménez, encargado de las primarias, es el anterior número dos de Susana Díaz. La polémica con Sánchez sobre la financiación de su precandidatura, trufada de discrepancias legales y desconfianza política, es solo un ejemplo. Al margen de quién tenga la razón, las cosas se podían haber hecho de otra manera para evitar suspicacias. En Francia, por ejemplo, tanto las primarias de la derecha (Los Republicanos) como las de la izquierda (Partido Socialista) han sido organizadas por un organismo distinto, la llamada Alta Autoridad de la Primaria, compuesta por personalidades independientes (magistrados, abogados, funcionarios y otros profesionales), y no por los aparatos de los partidos.