España no solo envejece sino que se despuebla a un ritmo cada vez más acelerado con todos los problemas, tanto de orden económico como social, que ello comporta. Aunque el progresivo envejecimiento es algo común a casi toda Europa --hasta el punto de que algunos países han creído ver en la reciente crisis migratoria una solución transitoria-- y con fuertes implicaciones en el futuro de las pensiones, el despoblamiento territorial que afecta a grandes zonas del centro de la península, si exceptuamos a la capital, es un reto complejo y de muy difícil solución, ya que no se resuelve con pequeños parches relacionados con el turismo rural ni con la artesanía.

El Gobierno de la nación, consciente de todo ello y dejando a un lado la desidia, la indolencia y la pereza, ha tomado recientemente dos medidas algo contradictorias, tendentes a resolver, en un caso, el problema de la despoblación, mientras en el otro, a acentuarlo.

En la primera de las decisiones, el Gobierno de Rajoy ha constituido un Comisionado del Gobierno frente al Reto Demográfico y ha puesto al frente del organismo a una gallega del interior, de Orense, territorio que sufre, tanto o más que el resto, los problemas producidos por el éxodo rural y por la baja densidad de población.

Rajoy ha anunciado fuertes inversiones para acelerar la finalización del corredor mediterráneo, que va a dinamizar la economía de regiones ya de por sí ricas y pobladas. Todo sea, entre otras cosas, por hacer amigos entre el secesionismo catalán

La segunda de las acciones, todavía en la esfera de los deseos, ha sido el anuncio de fuertes inversiones para acelerar la finalización del corredor mediterráneo, pasillo ferroviario que va a dinamizar (crear riqueza) la economía de regiones ya de por sí ricas y pobladas, como la murciana, la valenciana y la catalana. Todo sea, entre otras cosas, por hacer amigos entre el secesionismo catalán.

Los estudios señalan que la España del interior no solo se queda vieja sino también sin habitantes, y que el futuro de regiones como Galicia, Asturias, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura es bastante chungo, ya que el despoblamiento y la dispersión de la población, unido al envejecimiento que sufren estos territorios, y los problemas de una población flotante relacionados con la integración, la escolarización y el dimensionamiento de la sanidad dibujan un panorama ciertamente desolador en donde confluyen multitud de cuestiones de difícil solución.

Si como consecuencia de haber dejado a un lado la apatía y la indolencia, el Gobierno Rajoy parece dispuesto a abordar los grandes problemas que van directamente dirigidos a la línea de flotación de todos esos territorios sin futuro, bueno sería que explique sus soluciones y realice un ejercicio de pedagogía política entre los territorios que se van a ver beneficiados para recordarles lo que es la solidaridad interregional, el trasvase de rentas y todo eso de lo que los ricos se olvidan con mucha facilidad.