Pensamiento

Entender la corrupción

31 agosto, 2016 00:00

El otro día llegó a mis manos un artículo de Donatella della Porta titulado "Los actores de la corrupción: políticos de negocios en Italia”. En él, la autora afirmaba que una de las consecuencias que puede conllevar la burocratización o la ausencia de democracia interna, tanto en los partidos políticos como en las instituciones, es la corrupción política. Asimismo, entendía como corrupción el hecho de que dos actores, uno público y otro privado, se encuentren e intercambien recursos.

La emergencia de nuevas fuerzas políticas es un mecanismo para destapar casos de corrupción e intentar poner fin a estas prácticas

Según Della Porta, para comprender este fenómeno es necesario distinguir dos niveles: el macrosistema, en el que se produce la corrupción, y los individuos implicados en ella. Igualmente, se vislumbran dos líneas principales de aproximación a este fenómeno. La primera de ellas, la aproximación funcionalista considera la corrupción como una disfunción funcional por la cual se reemplazan unas normas viejas y obsoletas por otras nuevas que se adaptan a los cambios. Así pues, una vez cumplidas las funciones políticas y económicas, la corrupción desaparecería. La segunda, la moralista, que considera la corrupción como un fenómeno patológico debido al acceso de personas sin escrúpulos a puestos de poder, fue duramente criticada por los defensores de la political economy approach, que adoptaron una  visión del individualismo metodológico. Según estos últimos, la corrupción política es el resultado de un cálculo racional de costes y beneficios, siendo considerados los individuos como seres calculadores que tratan de asegurar sus propios intereses en un mundo de escasos recursos.

Aun así, en opinión de Della Porta, para entender correctamente el nacimiento y la extensión de la corrupción, es preciso observar las características de los funcionarios que realizan este tipo de prácticas corruptas. Por ello, presenta el caso de la corrupción política en Italia donde los políticos de negocios surgen en la época de transformación de los partidos políticos, concretamente en el declive de los partidos de masas. Estos, denominados “homines novi”, participan en la corrupción por el desarraigo que conlleva su entrada en la política y por la rebaja de los costes morales de la conducta ilegal.

Además, los políticos, una vez contaminados por la corrupción, se convierten en agencias de socialización en la ilegalidad. Por ende, el funcionamiento de los partidos políticos también se transforma y se abandona la tarea de intermediación entre la sociedad y el gobierno. En algunas ocasiones, las prácticas corruptas movilizan miles de votos por parte del que las lleva a cabo. Es más, en el ámbito local, los ciudadanos pueden llegar a aceptar prácticas corruptas como válidas si estas les han beneficiado directamente o han revertido en pro del municipio. Según Weber, en el que Della Porta se apoya para sostener su tesis, estos políticos de negocios pertenecen a aquella clase de personas que viven de la política, persiguiendo ventajas extrínsecas o instrumentales, es decir, son políticos de profesión. Pero diversos factores pueden vencer esta situación: la proliferación de nuevos partidos, una coyuntura económica adversa o un aumento de las expectativas.

Es evidente que la situación actual en España no presenta la misma magnitud que la italiana. Ahora bien, los recientes escándalos de corrupción han puesto en jaque a las instituciones políticas y al sistema de partidos. Es más, movimientos sociales que buscaban un interés o fin concreto han defendido sus posiciones hasta que estas se han materializado o han dado lugar a la creación partidos políticos, como pueden ser el caso de Podemos o de Ciudadanos. La emergencia de nuevas fuerzas políticas, como bien apunta Della Porta, es un mecanismo para destapar casos de corrupción e intentar poner fin a estas prácticas. Desde luego que tanto Podemos como Ciudadanos están ejerciendo un papel importante de control y transparencia, alertando a las viejas fuerzas políticas que la sociedad quiere recuperar la relación entre gobernados y la clase política y dirimir la distancias.

Así pues, la nueva configuración del mapa político español, que se ha producido en los dos últimos comicios electorales, es el fruto del descontento que, los partidos tradicionales, han generado en los ciudadanos. Entender la corrupción es, sin duda, difícil.