Recientemente y coincidiendo con el guirigay en torno a Cataluña, el presidente de una de las patronales catalanas, Fomento del Trabajo, Joaquim Gay de Montellà Ferrer-Vidal, utilizaba una visita a Madrid para posicionarse políticamente señalando que la solución para Cataluña pasaba por un nuevo Estatut que debería ser votado por los ciudadanos en un referéndum.

No satisfecho con lo manifestado, se refería al artículo 155 de la Constitución enfatizando que "está para no aplicarse", recordando que hay "fórmulas" si hay "voluntad política de hacer una propuesta", y cimentando su línea argumental en que no todas las regiones son iguales, sentenciando que "Cataluña es diferente" porque es "una nacionalidad".

En paralelo, y aunque pueda parecer que no existe relación con los anterior, el mismo Gay de Montellà lamentaba la lentitud de la justicia y ponía como ejemplo el caso Palau, señalando que "eso es historia ya".

El posicionamiento "nacionalista" del presidente de Fomento del Trabajo, presionado por alguna de las corrientes del empresariado catalán englobada en la patronal catalana, coincidía en el tiempo con la demanda que hacia la misma patronal sobre la necesidad de establecer un calendario de inversiones, presupuesto concreto y "compromiso de máxima prioridad por parte de la administración" (se supone que de España) para poder ejecutar el Corredor del Mediterráneo para transporte de mercancías, que deberá unir por tren Andalucía, Murcia, la Comunidad Valenciana y Cataluña con Europa.

Frente al posicionamiento "nacionalista" de Gay de Montellà, se sitúa José Luis Bonet, cuya postura antinacionalista le ha costado más de un disgusto por la intolerancia de políticos oficialistas catalanes

Frente a la postura de Gay de Montellà, vicepresidente también de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), organización presidida, a su vez, por otro catalán como Juan Rosell, se sitúa la del presidente de la Cámara de Comercio, también de España, José Luis Bonet, presidente de Freixenet, el mayor productor de cava de España y cuya postura antinacionalista le ha costado más de un disgusto por la intolerancia de políticos oficialistas catalanes como la de aquella parlamentaria de CiU, Elena Ribera, que instó a castigar a Freixenet después de que su presidente defendiese, públicamente, su compromiso con la unidad de España al recalcar que se conseguirían más éxitos si "somos capaces de estar cien años más juntos".

Obviando el curioso hecho de que son dos catalanes los que están al frente de las dos más importantes asociaciones empresariales españolas, el posicionamiento moderado de Bonet le ha costado el boicot a su producto por parte de los independentistas catalanes, al que se le debe añadir el de otros españoles que identifican esa bebida con el secesionismo. Al final, le han dado por todas partes y, en su caso, el asunto tiene mayor trascendencia ya que su mundo empresarial se mueve en el universo de la economía real y, en definitiva, de los mercados, algo que a Joaquim Gay de Montellà Ferrer-Vidal, balear de nacimiento, tataranieto de presidente de Fomento del Trabajo y cuya actividad profesional se ha movido entre la Banca Masaveu, Banco Condal, ABN Amro Bank y Acesa, nunca le va a ocurrir.

Como sí salpicó, en su momento, por su posicionamiento nacionalista, a la empresaria catalana Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola European Partners y responsable de que los españoles bebamos cocacolas. Su fichaje por Diplocat y su responsabilidad en una más que criticable gestión que terminaron sufriendo los trabajadores de la localidad madrileña de Fuenlabrada, obligó a que la multinacional, con sede en Atlanta, marcara distancias con su representante en España y en Europa en todo un acto premonitorio de lo que las multinacionales están dispuestas a aguantar con respecto al procés.