No llega a las necedades de Gabriel Rufián, pero Ramon Tremosa es muy dado a hacer impetuosas afirmaciones en las redes sociales sin importarle que sea falso lo que dice. Su caso es aún más grave al tratarse de un profesor universitario. "Chequia y Eslovaquia se separaron cuando rompieron sus dos partidos socialistas. ¿Pasará ahora también entre Cataluña y España?", tuiteó el eurodiputado poco después de conocerse el resultado de la votación en el comité federal del PSOE de este domingo pasado. Poca relación guarda la España actual con la Checoslovaquia postcomunista de principios de los 90, pero el error de Tremosa empieza por la base porque la causa de la separación entre Chequia y Eslovaquia no tuvo nada que ver con lo que afirma. La disolución en 1993 de ese Estado centroeuropeo, nacido en 1918, se produjo por el impulso de fuerzas de derecha, básicamente de los nacionalistas eslovacos que solo aceptaban una especie confederación con los checos. Además, en el proceso de privatización de los bienes públicos tras el comunismo las élites eslovacas querían asegurarse su propias rentas.

El relato de la división de los partidos socialistas como motor de la separación de Chequia y Eslovaquia se lo inventa Tremosa para consumo interno independentista

En julio de 1992, Eslovaquia declaró su soberanía y el presidente de la República Federativa Checoslovaca, el carismático Václav Havel, dimitió desolado ante lo que ya parecía inevitable. La división la sellaron los dos líderes vencedores en las elecciones de junio. Vladímir Meciar, del populista Movimiento por una Eslovaquia Democrática, y por la parte checa, Václav Klaus, del conservador Partido Democrático Cívico. En cambio, la socialdemocracia checoslovaca, la Unión Social Liberal, los comunistas de Bohemia y Moravia, y los excomunistas eslovacos, deseaban mantener la federación y proponían celebrar un referéndum, que probablemente hubieran ganado.

Así pues, el relato de la división de los partidos socialistas como motor de la separación de Chequia y Eslovaquia se lo inventa Tremosa para consumo interno con el único fin de que su parroquia acaricie un domingo por la tarde el sueño de la independencia. Este apunte muestra una vez más la necesidad de no pasar por alto las tergiversaciones, mentiras y bulos separatistas, pero también nos alerta de hasta qué punto una posible ruptura entre el PSC y el PSOE sería usada para relanzar la profecía de la secesión inevitable. No es la primera vez que la relación entre ambos partidos se tensa, que surgen desencuentros, pero lo que está ocurriendo ahora no tiene precedentes.

Ambas partes están cometiendo errores. Si la dirección del PSC tenía decidido no moverse de su negativa a la investidura de Mariano Rajoy, más allá de lo que acabara aprobando el comité federal, lo lógico hubiera sido no participar en la votación. Con un gesto así se hubiera cargado de razones para defender su autonomía evitando aparecer como baluarte del sanchismo. Hay dos cosas que son incompatibles al mismo tiempo: aparecer monolíticamente al lado de un sector del PSOE y levantar la bandera de que el PSC es un partido diferente si pierdes. En el otro lado, no se entiende la intransigencia de la gestora socialista y del susanismo por imponer una abstención obligatoria a todo el grupo parlamentario cuando de lo que se trata es solamente de desbloquear la investidura. Es un trágala innecesario en un momento en el que el partido está profundamente dividido. La conclusión obvia es que tras esta postura inflexible, que se aleja de la invocada teoría del mal menor para justificar la abstención, hay el propósito de humillar o castigar a Pedro Sánchez con la vista puesta en la lucha interna que va a seguir desarrollándose los próximos meses de cara al congreso.

Este apunte también nos alerta de hasta qué punto una posible ruptura entre el PSC y el PSOE sería usada para relanzar la profecía de la secesión inevitable

En lo que concierne al PSC, la ratificación unánime que ayer hizo el consell nacional estaba cantada pese a la amenaza de algunos barones de excluir a los catalanes de los órganos federales o la advertencia de enviar a los diputados díscolos al grupo mixto en caso de desobediencia. Si el resultado de este monumental desgarro del socialismo español acaba siendo la ruptura unilateral del vínculo federal con el PSC, el disparate será incalificable. A los dirigentes que mandan ahora mismo en el PSOE, si realmente les preocupa la cohesión territorial, no debería dejarles indiferentes que el separatismo ande ya frotándose las manos. El tuit de Tremosa es tramposo, pero anticipa bien cuál sería su argumento.