Todos los graves errores cometidos por el soberanismo establecido, representado por Junts pel Sí (JxSí), proceden del pacto con la CUP. El primer gran error es el pacto mismo, que se cobró la presidencia de Artur Mas, y que provocó la segunda gran equivocación, la declaración rupturista del 9-N del 2015. Desde entonces hasta ahora, la CUP ha condicionado hasta el esperpento la política de la alianza, en realidad, de lo que ahora es el PDECat y antes era CDC, porque ERC calla, hace como si no estuviera mientras va afianzándose, juega al equilibrio y se prepara para sustituir a lo que queda de Convergència en cuanto se convoquen elecciones.

El pacto entre CDC (o JxSí) y la CUP era antinatura porque el partido de orden que había gobernado Cataluña durante 23 años con Jordi Pujol y había vuelto al poder cn 2010 con un acuerdo con el PP no podía aliarse con una formación antisistema, anticapitalista e independentista de siempre con el objetivo de hacer la revolución.

La desobediencia de la CUP pone a JxSí frente a sus contradicciones

Ni siquiera la conversión de CDC al independentismo a partir de 2012 autorizaba ese pacto, pero la colocación en primer plano de la independencia, separando la ideología del objetivo soñado cuando la CUP no lo separa, y la necesidad de gobernar para aprovechar la ventana de oportunidad de la crisis llevaron a cometer el error del acuerdo y a proclamar que el independentismo había ganado cuando no era cierto. Había conseguido la mayoría absoluta gracias a la injusticia de la ley electoral que prima la Cataluña rural frente a la Cataluña urbana, pero había perdido el plebiscito (una persona, un voto) que el mismo independentismo había planteado. Lo lógico en esas circunstancias hubiera sido admitir la realidad, ralentizar el proceso y acumular fuerzas para futuros desafíos.

La táctica del tenim pressa, y no solo la CUP, es la responsable, pues, de lo que ha ocurrido después, que incluye el veto a los presupuestos, obligando a Carles Puigdemont a presentar una moción de confianza, el pressing constante, la amenaza permanente y los actos de desobediencia, que culminan ahora con la detención de cinco cupaires, no por quemar fotos del Rey en la última Diada, como se dice desde los medios soberanistas, sino por no acudir a declarar ante el juez. En realidad, es una repetición de lo ocurrido con la detención de la alcaldesa de Berga, que se negó por dos veces a acudir al juzgado y por eso fue llevada ante la justicia por los Mossos, no por mantener la estelada en el ayuntamiento.

La desobediencia de la CUP pone a JxSí frente a sus contradicciones. Puigdemont se desmarcó el jueves de la actuación de sus aliados al afirmar que no compartía la estrategia de la desobediencia (“no es la nuestra”, dijo) y recordó a los anticapitalistas cuáles son sus consecuencias. Sin embargo, Puigdemont y JxSí suscribieron en el Parlament, entre grandes aplausos, la declaración rupturista en la que se abogaba por desobedecer las leyes españolas y al Tribunal Constitucional.

La rueda del pacto JxSí-CUP que no lleva a ninguna parte sigue girando

El conseller de Interior, Jordi Jané, tampoco puede huir de sus incoherencias cuando defiende con tibieza la actuación de los Mossos en este asunto. Asegura siempre que la policía autonómica actúa porque es una policía judicial que cumple órdenes de los jueces (la Audiencia Nacional en este caso), pero lo dice como si se viera obligado, descargando su responsabilidad en la justicia, como si los Mossos actuarían de otra forma si de él dependiera. Jané repite que él no dio ninguna orden para las detenciones, pero que “si la hubiera dado, tampoco lo habría podido impedir”.

Ante la acusación de la CUP de que los Mossos actuaron de oficio en la Diada, responde que los protocolos de la policía autonómica se activan guiándose por “las instrucciones de la Fiscalía”, desmarcándose de nuevo. Pero lo único que denuncia la CUP en un informe que incluye fotografías y que se ha querido presentar como determinante para acusar a los Mossos es una mera descripción de hechos: “Diversas personas quemaron hojas de papel impresas por un lado con la imagen de SM el Rey Felipe VI y por el otro una imagen de la portada de la Constitución”. O sea, lo que cualquier policía tiene la obligación de describir cuando presencia unos hechos que pueden ser delictivos.

Si la CUP se escandaliza de esta actuación, qué no dirá cuando los Mossos tengan que actuar ante un referéndum unilateral e ilegal. De momento, ya avisan, pero la rueda del pacto JxSí-CUP que no lleva a ninguna parte sigue girando.