La CUP regala presupuestos y castiga con bofetadas al Gobierno de JxS. El desaire de los antisistema es táctico en la cuestión del referéndum y virtual en el caso del conseller Comín. Al titular de Salud no le ha hecho ninguna gracia el cartel de convocatoria de una manifestación para plantar cara a los recortes de su departamento cuyo reclamo central es la imagen de una enfermera agrediéndole. Esta vez, el ejercicio de la libertad de expresión de los creativos de Endavant OSAN no ha obtenido las sonrisas ni la comprensión de cuando se aplica a fotografías de otros personajes siguiendo a la supuesta tradición catalana del uso del fuego. En esta ocasión, los diferentes portavoces del Gobierno han criticado la banalización de la violencia por parte de sus socios parlamentarios.

Este tipo de lenguaje político tiene muy poco de banal y mucho de alarmante, aunque los dirigentes de JxS para seguir en el Gobierno estarían dispuestos a aceptar la descripción de ballena como animal de compañía si así lo dijeran desde la CUP. Las dirigentes de esta plataforma anticapitalista no parecen muy aficionadas a jugar al trivial sino a la revuelta social, por eso Anna Gabriel no habla de cetáceos. La diputada se dedica a desmentir la teoría oficial de la hipotética transición nacional, sustentada en el paso de la legalidad española a la catalana sin ningún salto al vacío, advirtiendo de que "el tránsito no será de ley a ley, habrá confrontación democrática". A la espera de una mejor definición por su parte del concepto de confrontación democrática en un escenario sin ley, parece evidente la existencia de ciertas diferencias entre JxS y la CUP en sus respectivas versiones del ejercicio de la unilateralidad.

La habilidad de la CUP para amargar la vida a JxS es notable. A cada renuncia que deben asumir, forzados por la capacidad de presión del Gobierno de Puigdemont, ellos responden con un movimiento dirigido a desbaratar los planes oficiales

La habilidad de la CUP para amargar la vida a JxS es notable. A cada renuncia que deben asumir, forzados por la capacidad de presión del Gobierno de Puigdemont, ellos responden con un movimiento dirigido a desbaratar los planes oficiales. Artur Mas fue el primero en comprobarlo. Así ha ocurrido con los presupuestos. Un minuto después de anunciar su disposición a aprobar las cuentas ya estaban reclamando el avance de la convocatoria del referéndum para mañana mismo si pudiera ser. Se conformarían con celebrarlo en primavera. Pero el presidente prefiere el otoño porque ahora tiene como prioridad conseguir la incorporación plena y entusiasta de los seguidores de Colau al proyecto de una consulta pactada y vinculante.

El debate sobre un adelantamiento de la fecha no parece oportuno en estas circunstancias. La nueva fuerza política de los comuns necesita tiempo para tomar sus decisiones y la idea de presionarlos podría resultar inconveniente. La CUP tiene prisa porque no tiene otra cosa que hacer que la revolución. Pero JxS, además de esperar a Colau, está a la expectativa del crecimiento exponencial de la indignación ciudadana que se supone van a provocar los diferentes juicios y las esperadas sentencias de inhabilitación a Mas, Homs, Forcadell y compañía. La desobediencia de la clase media exige un grado de cabreo que todavía no se percibe. A partir del lunes, el termómetro se pondrá en marcha.