Pensamiento

Bellvitge: 'El coloso en llamas'

10 julio, 2014 10:32

Hasta el año 1972 la Seguridad Social sólo tenía en la provincia de Barcelona un gran hospital de referencia, el actual Hospital Universitario Vall d'Hebrón, entonces llamado Residencia Francisco Franco. Los otros dos grandes Hospitales barceloneses, San Pablo y el Clínico, no formaban parte del Instituto Nacional de Previsión (INP) y estaban en el Ensanche barcelonés.

El crecimiento poblacional en el cinturón industrial de Barcelona había sido muy importante, y la cobertura asistencial en esa zona era deficitaria, por lo que la construcción de un nuevo Hospital en el área metropolitana era una necesidad urgente.
Los terrenos en los que se decidió edificar el nuevo hospital, en el municipio de Hospitalet del Llobregat, eran una excelente tierra de cultivo, como tantas del Delta del Llobregat, pero por el mismo motivo también era un lugar abierto a los vientos, lo cual facilitaba el estancamiento de aguas y una cierta insalubridad. Los terrenos, que en su gran mayoría no estaban siendo explotados, se compraron a los propietarios a 18 pesetas el palmo cuadrado. En total, 78 millones de pesetas del año 1.969.

La construcción del Hospital, encargada a la empresa Dragados y Construcciones, se inició a mediados de 1.970 y fue una de las grandes obras de aquellos momentos. Durante su construcción tuvo lugar un serio conflicto laboral, ante la premura de construcción exigida y el endurecimiento de las condiciones de trabajo: huelgas, despidos e intervención policial.

El Hospital, al que se dio el nombre de "Príncipes de España", fue inaugurado el día 8 de noviembre de 1.972, con la visita de los entonces príncipes, Juan Carlos y Sofía, y del ministro de Trabajo y Seguridad Social, Licinio de la Fuente. Como en la mayor parte de inauguraciones, el Hospital se abrió con limitaciones: equipo asistencial incompleto, pocas unidades de hospitalización abiertas y escasos quirófanos en funcionamiento. Los accesos estaban sin asfaltar y cuando llovía había que superar grandes zonas enfangadas para llegar a cualquiera de sus instalaciones. El único autobús que llevaba hasta allí, tenía la parada al otro lado de la autovía de Castelldefels. Sin vehículo propio, las tres únicas posibilidades para llegar eran: cruzar la autovía a toda prisa, pasar por un desagüe de 1,30 m de altura, o pasar por un paso subterráneo que casi siempre permanecía inundado.

Cuando en el año 1.977 entré por primera vez en el Hospital de Bellvitge, para realizar el curso Rotatorio de prácticas al final de mi Licenciatura, me impresionaron sus 19 plantas y los muchos y diversos ascensores que separaban el hall de la escalera principal

En 1.974 una tormenta de granizo agujereó el techo del edificio, causó importantes daños en la infraestructura y provocó una inundación, hechos que originaron una huelga en demanda de mejoras en las instalaciones y en las condiciones de trabajo. Eran tiempos de tensión social, y la próxima factoría de la empresa SEAT, las industrias de la Zona Franca y todo el Baix Llobregat eran el paradigma de la concienciación política y de la lucha por los derechos y libertades que sacudía a todo el país.

En el año 1.975 la movilización social llegó al ámbito sanitario con el conflicto de los MIR (Médicos Internos Residentes) que, aunque tuvo lugar en toda España, fue especialmente intenso en Cataluña y, sobre todo, en el Hospital de Bellvitge. En verano de 1975, fueron despedidos prácticamente todos los médicos residentes y también personal de la plantilla que les había apoyado. A los despedidos se les aplicaba el artículo 222 (sedición y atentado contra un servicio público), que era conocido como "el de la galleta", en referencia a una marca de galletas muy popular en aquella época. Se tomaron medidas de represión: la policía acordonó el hospital para impedir la entrada de los despedidos y muchos pacientes apoyaron activamente al personal sanitario represaliado. A principios de 1.976, con Franco ya fallecido, los despedidos obtuvieron una amnistía y recuperaron sus puestos de trabajo.

Cuando en el año 1.977 entré por primera vez en el Hospital de Bellvitge, para realizar el curso Rotatorio de prácticas al final de mi Licenciatura, me impresionaron sus 19 plantas y los muchos y diversos ascensores que separaban el hall de la escalera principal. Al principio, no conseguía acertar con el ascensor adecuado para llegar más allá de la planta 9. Recuerdo que, en aquellos momentos, la Unidad de Psiquiatría estaba ubicada en la última planta, aunque tras varias precipitaciones de pacientes sobre el pequeño puesto de prensa situado al pie del hueco de la escalera principal, se decidió con buen criterio trasladarla a la primera planta.

La panorámica desde la planta 19, donde después se ubicó parte de la Unidad de Patología Digestiva, era espectacular y supongo que lo sigue siendo. Lo que me resultó alarmante fue comprobar que en esa planta y en días de fuerte viento, y como aseguraban algunos pacientes alcohólicos a los que yo no había creído por suponerlos afectos de un delirio por deprivación, se percibía una oscilación del edificio; después me informaron que esa flexibilidad es un requisito técnico de construcción en edificios de altura. Supongo y espero que sea cierto.

También recuerdo un conato de incendio en una de las últimas plantas, que se solucionó sin víctimas, aunque el informe de los bomberos fue demoledor: "en caso de emergencia, la evacuación por encima de la quinta planta resultará imposible".

En 1.980, el Dr. Josep Maria Capdevila, Jefe del Servicio de Cirugía Vascular, fue elegido por los facultativos del Hospital como director médico, y se constituyó una estructura de gestión a través de juntas facultativas y de juntas de gobierno, donde por vez primera estaban representados los usuarios. En junio del año 1.982, y como consecuencia del traspaso de competencias a la Generalidad de Cataluña, la Consejeria de Sanidad impuso la figura de un Gerente, que se situaba jerárquicamente por encima del Director Médico, y a partir de entonces se puso fin a la estructura participativa de profesionales, trabajadores y usuarios.

El 21 de mayo de 1.989, uno de los nueve ascensores se precipitó al vacío desde una altura mínima de siete pisos y perdieron la vida sus siete ocupantes. El suceso se produjo a las 17.30h de la tarde y todas las víctimas eran familiares de pacientes ingresados. El gerente del hospital, Francesc Moreu, que -doy fe- fue uno de los primeros en acudir en su auxilio y participó activamente en las tareas de rescate, anunció de inmediato la apertura de una investigación para exigir responsabilidades. Los cuatro técnicos de mantenimiento que fueron acusados del delito de imprudencia temeraria, por no haber detectado el fallo en el sistema de frenado, fueron absueltos al no haber quedado probada su falta de diligencia en la inspección de los equipos.

En 2.009, Bellvitge tenía 800 camas de hospitalización; cinco años después, en este hospital de tercer nivel, de referencia para 343.000 personas, quedan solamente 615 abiertas

Luego vinieron los transplantes, el Instituto Catalán de Oncología (ICO), la Universidad, la Escuela de Enfermería… Y como parece que la historia es circular, hemos vuelto de nuevo al principio: a la limitación de las prestaciones sociales, a la descalificación arbitraria de la voluntad social por parte de los poderes públicos (esta vez teóricamente democráticos), a las movilizaciones en defensa de los derechos que tanto costaron conseguir y por los que incluso murió un trabajador de la zona, y como entonces, otra vez juntos profesionales y vecinos, todos al fin ciudadanos y usuarios de la sanidad pública catalana.

El Hospital de Bellvitge vuelve a estar en pie de guerra: "¡Esta planta no se cierra!". Trabajadores, pacientes y asociaciones de vecinos se oponen al cierre de verano que prevé dejar sin servicio unas 200 camas más, añadidas a las que ya no están disponibles. En 2.009, Bellvitge tenía 800 camas de hospitalización; cinco años después, en este hospital de tercer nivel, de referencia para 343.000 personas, quedan solamente 615 abiertas. Se han perdido de forma permanente 185 camas, entre ellas una unidad completa de cuidados intensivos.

El Consejero acusa a los sindicatos y a los miembros de la Junta de Personal de "hacer negocio político" con el cierre de camas, y asegura que "las listas de espera son un mito" y que las denuncias de los profesionales se deben a una reivindicación estrictamente salarial. Mientras tanto, desde su Consejería se admite que en Cataluña hay más de 180.000 pacientes pendientes de ser intervenidos quirúrgicamente y que, más de 110.000 casos adicionales, esperan un diagnostico para poder decidir su tratamiento.

Con un presupuesto -¡de momento!- un 15% inferior al 2.009 y la pérdida de más de 500 puestos de trabajo, los profesionales de Bellvitge aseguran que la presión y la situación asistencial es insostenible: urgencias colapsadas con pacientes en pasillos y sin camas para poder ser hospitalizados; pacientes intervenidos que permanecen en quirófanos y en zonas de control al no disponer de camas libres para su ingreso; derivación obligatoria de pacientes críticos a centros privados o de menor capacidad resolutiva.

El cuadro de guardia es inferior al de cualquier centro comarcal y no reúne las condiciones mínimas exigibles a un Hospital terciario y de referencia: un solo médico anestesiólogo en Urgencias, lo que supone que la intervención urgente de un paciente critico (traumatismo grave, apuñalamiento, precipitación, perforación….) deberá esperar a que concluya la intervención en curso. No se dispone de ginecólogo de guardia en presencia física, por lo que no podrán ser correctamente atendidas las pacientes de la zona de referencia que presenten un cuadro ginecológico agudo, tal como perforación uterina, embarazo ectópico, hemorragia uterina grave... ¿Es razonable que el Hospital de referencia de todo el Baix Llobregat no pueda atender las urgencias críticas de las mujeres de su ámbito?

Pero, remedando lo que dice Marco Antonio en 'Julio César' ante el asesinato de César, a manos de Bruto, en los Idus de marzo: "El consejero ha dicho aquí por su honor que todo eso es un 'mito' y 'un negocio político' y el consejero es, sin dudar, hombre de honor".

Honorable consejero: haría bien en recordar que los trabajadores y los vecinos de Bellvitge son aquellos, y los descendientes de aquellos, que día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, se enfrentaron a las cargas de caballería de la policía del régimen (los grises), en defensa de sus derechos y de los derechos de todos los catalanes. Gracias a ellos, a su esfuerzo y a su sacrificio, usted puede ocupar hoy la Consejería de un gobierno autonómico, catalán y democrático. Nadie debería olvidarlo; ni usted, ni el gobierno del que forma parte, ni los partidos políticos que lo apoyan; ni tampoco el resto de dirigentes políticos ni el conjunto de ciudadanos de Cataluña.

En la mitología romana, la fragua de Vulcano se sitúa en Sicília, bajo el monte Etna; pero es posible que, con tanta invocación mítica, se haya desplazado hasta el Baix Llobregat y sus llamas se extiendan a toda Cataluña.