A pesar de sus diferencias ideológicas, que en el fondo no son muchas ni profundas, los populismos europeos actuales tienen similitudes notables y entre éstas figura en lugar destacado su rechazo de la Unión Europea, propugnando la salida de su país de la Unión o la liquidación total de ésta. Quedó claro en la campaña del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. Ganó el Brexitaupado por una sarta de mentiras del estilo "Europa nos roba" --falacia del mismo orden que el "España nos roba"--, divulgadas sin pararse en barras por personajes grotescos como Boris Johnson y Nigel Farage, cabecillas del populismo británico antieuropeo.

Ambos se desdijeron de algunas de sus afirmaciones al día siguiente de la victoria del Brexit porque no tenían más propuesta que el simple no a la UE. Esa es otra característica común de los populismos, y de quienes recurren a la demagogia populista aunque se sitúen dentro del espectro político convencional: vender soluciones simples, rápidas, indoloras, a precio de saldo, para resolver problemas complejos, como son, por ejemplo, la construcción europea o el encaje de Cataluña en España.

La alternativa estrella del populismo antieuropeo --cuando concreta-- es el restablecimiento y reforzamiento de las fronteras nacionales para parar la inmigración, protegerse del dumping, practicado entre otros por China, o eludir la falta de competitividad de las estructuras nacionales, atrapadas en una falta de I+D. Theresa May, la gestora del Brexit, propone renunciar al mercado único europeo y a la unión aduanera a cambio de "cerrar fronteras". Esas estrategias de avestruz no harían más que agudizar la complejidad de los problemas (en parte importados), que deben atajarse en origen.

Los populistas, que son adanistas por naturaleza, reniegan de la historia reciente para refugiarse en la lejana o en el vacío. Algunos se apuntan además al revisionismo duro. Jean-Marie Le Pen fue procesado por relativizar hasta la irrelevancia la existencia de los hornos crematorios nazis, un "detalle de la historia" según él.

No se les debe tomar a broma. Son sumamente peligrosos, destructivos y vacuos. Están ahí, a la vuelta de cualquier esquina electoral

En el caso de los populismos antieuropeos, su negación de la historia europea reciente es una estafa de una enorme gravedad. Volver en Europa a la política del Estado-nación, fronteras políticas, patriotismos excluyentes, primacía absoluta de lo propio, expansionismo del orden que sea... es una aberración, un insulto a la memoria, un escarnio a millones de víctimas. Como no pueden negar la guerra de 1939-1945 que arrasó Europa, ignoran la posguerra y sus desastres: las ejecuciones sumarias, los genocidios, la miseria, los desplazamientos forzosos de millones de personas para modelar Estados étnicamente o ideológicamente uniformes.  Europa fue un continente brutalizado, salvaje, hasta el inicio de la reconciliación y de la construcción europea a mediados de los años cincuenta en su parte occidental y de la estabilización del bloque soviético en su parte oriental.

En Coblenza se acaban de reunir los líderes del populismo antieuropeo: Marine Le Pen (FN) --supuesta Juana de Arco de Europa--, Geert Wilders (PVV), Franke Petry (AFD), Matteo Salvini (LN)... La buena nueva que anuncian, su alternativa reaccionaria a la Unión Europea, que pretenden desmantelar con el eslogan blasfemo de "Libertad para Europa", es la vuelta al Estado-nación con todas las consecuencias.

No se les debe tomar a broma. Son sumamente peligrosos, destructivos y vacuos. Están ahí, a la vuelta de cualquier esquina electoral, si no se les para con una enérgica movilización de los demócratas como la que permitió derrotar políticamente a los fascismos.

¿Alumbrarán una Internacional populista? Lo parece, pero tal concierto es imposible por definición. Hoy se aplauden y se jalean los unos a los otros, incluyendo en la fiesta a Donald Trump y a Vladímir Putin. Si su reversión, que no revolución, tuviere lugar, pronto entrarían a degüello entre ellos. Una Europa de Estados-nación, secesiones desintegradoras, pueblos soberanos, patrias intocables, identidades supremas... se vería abocada a repetir la historia que los populistas pretenden ignorar.