Alguna vez me han preguntado cómo podría estimular a los jóvenes a la lectura, a la que se resisten como gato panza arriba. Entonces yo suelo citar unos versos famosos: "Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos". ¿Para qué molestarse en formular ideas que ya expresó siglos atrás gente más sabia con exactitud y acierto?

Igual que aquellos sabios, vivimos a contrapelo, no ensayamos la vida; improvisamos, y luego, cuando bajamos la escalera, nos mordemos el labio y se nos ocurre lo que hubiésemos debido decir antes de abandonar el foro. Demasiado tarde. Es ley de vida. Esto también lo dijo alguien muy docto.

Los libros a veces están pensados, no improvisados. Por eso a menudo son mejores que sus autores (Y por eso éstos suelen decepcionarnos cuando los conocemos: cuando hablamos con ellos no están a su mejor altura, que es la altura ambigua y misteriosa de sus libros, precisamente).

De ahí que sea mejor quedarse en casa leyendo que salir por ahí con tus amigos. Especialmente ése en el que estás pensando. Proust lo supo, y actuó en consecuencia: forró de corcho su dormitorio y ya sólo salió algunas noches al restaurante del Ritz, a tomarse una cerveza helada y contemplar el perfil de un camarero joven que le parecía especialmente atractivo. Por lo demás, se quedaba en la cama leyendo y escribiendo. Le comprendo muy bien.

Los libros a veces están pensados, no improvisados. Por eso a menudo son mejores que sus autores

Pero hoy, cuántos libros. ¿Todos valen más que la vida real? Hoy, día del libro, y de la rosa, que es la flor más literaria, recuerdo lo que Eduardo Mendoza dijo el año pasado a propósito del fomento de la lectura entre los jóvenes: "Me niego por varias razones: primero porque es una actitud un poco mendicante. A mí me da lo mismo que la gente lea o no lea y, si no lo han hecho hasta ahora, no van a empezar porque yo se lo recomiende. Además, la mayoría de los libros que nos rodean no sirven para nada. Son una birria". 

Esto de "birria" le resultó hiriente e incómodo a muchos, aunque todos sabíamos que era la verdad, la sonriente y pura e improvisada verdad.

César Aira lo explica con mayor detenimiento en Continuación de ideas diversas, que no tiene desperdicio. "Uno de los varios motivos por los que me opongo a la promoción de la lectura es el más evidente de todos, y por ello el menos visible: los libros están llenos de vulgaridad, prejuicios, estereotipos, falsedades. Su frecuentación no puede sino embotar el pensamiento y la sensibilidad, distorsionar las ideas, falsificar la experiencia". 

"Se dirá que los buenos libros no son así, y que producen los efectos contrarios a éstos. De acuerdo, pero los únicos que leen buenos libros son los que leen desde siempre y no necesitan campañas de promoción de la lectura. Los que no han leído, y se deciden a hacerlo por una de estas campañas, necesariamente van a leer libros malos".

¿Y qué más decir? "No la toques más, que así es la rosa". Sólo me queda desear a todos que gocen de un Día del Libro dichoso y sin mayores contratiempos y que --esto es más difícil-- acierten con el libro que compren.