Han levantado en Gran Bretaña tal controversia las declaraciones sobre “plebiscitos nazis” del novelista Ian McEwan la semana pasada en Barcelona, donde vino a presentar su última novela, que se ha visto obligado a publicar una “aclaración” en su página web.

 (Para quien no lo conozca, diré que McEwan es uno de los mejores narradores anglosajones vivos, ya desde El placer del viajero, donde ilumina Venecia a una luz pavorosa, como nunca la habíamos visto. El inocente le dio fama por la larga escena donde describe con todo lujo de detalles el proceso de despedazamiento clandestino de un cadáver a manos de dos buenas personas, en el Berlín de la Guerra Fría. El primer capítulo de Amor perdurable, la escena en que un globo aerostático, con unos niños en la cesta, se eleva en el cielo, empujado por un fuerte viento, sobre un parque de Londres, sin que puedan retenerlo media docena de hombres, que uno tras otro, por miedo a ser arrebatados, van soltando las cuerdas, hasta que el último, que se ha retrasado demasiado en soltarse, cuelga del globo que se eleva majestuosamente en el vacío, y va a perecer ante la mirada avergonzada y horrorizada de los demás, es inolvidable. Y éstas son, según dicen, las novelas que McEwan escribió antes de alcanzar la plena madurez de su talento. Un talento de una potencia imaginativa superior, cuyo último fruto es Cáscara de nuez, narrada por un feto en el vientre de su madre: alarde en la elección del punto de vista en el que, por cierto, se le adelantó Juan Marsé con Rabos de lagartija).

No es de extrañar que los escribidores de nuestra prensa amarilla separatista hayan pasado de puntillas sobre las declaraciones de McEwan sobre el proceso del Brexit           

Ésta es la aclaración del novelista: “Mis observaciones en la rueda de prensa en Barcelona se han confundido de algún modo en su traducción al catalán y al español. Yo no creo en absoluto que quienes votaron por abandonar la UE o sus representantes sean nazis. Ni nuestro gobierno se parece en absoluto al Tercer Reich. Ni tampoco creo que el proceso de votación fuera sino una precisa representación del estado de opinión actual. Lo que sí dije (…) es que el acoso de la prensa a los jueces del Tribunal Supremo era repugnante (“nasty”), no “nazi”. Y sí creo que el tono general de los dirigentes del proceso del Brexit se ha hecho intolerante con los que disienten, y que la casi mitad de los ciudadanos, que votaron permanecer en la UE, han sido abandonados por sus representantes parlamentarios, que parecen haber sido intimidados a guardar silencio. Y también mencioné el referéndum alemán de 1935 en este sentido, no porque crea que los brexiters hayan caído en el fascismo. De hecho dije que preferiría vivir en una democracia parlamentaria que en un país dispuesto a que la totalidad de su vida pública cambie drásticamente en base al ajustado resultado de un referéndum –que es otra manera de llamar a los sondeos de opinión–…”  Etcétera.

No es de extrañar que los escribidores de nuestra prensa amarilla separatista, generalmente tan proclives a relacionar abusivamente fenómenos dispares (a menudo con efectos hilarantes), hayan pasado de puntillas sobre las declaraciones de McEwan sobre el “proceso del Brexit”. Declaraciones que parecerían pensadas para referirse al prusés, si McEwan perdiese un solo minuto en pensar en nuestras menudencias regionales.